Las crónicas de un continuo despertar.

28/junio/2024

 

Arít León Rodríguez

 

Mal la pasé ayer leyendo las redes.

 

De entrada, todo es malas noticias, un mundo de esquelas fúnebres, familia de amigos cercanos que han partido, amigos que nos han dicho adiós, y personas absolutamente nefastas.

Obviamente, muchas personas ligadas al respeto de los derechos humanos y de las infancias están al tanto, al igual que yo, y honestamente, queremos respuestas certeras y efectivas, jamás se justifica la violencia, especialmente contra niños y niñas.

 

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Mal está cuando vas a un lugar a exponer tu ideología política y la gente no te recibe decentemente.

Tus operadores no están haciendo su trabajo adecuadamente y te llevaron a la boca de lobo, pero además si tu no te ayudas y mandas al cuerno a quienes debaten contigo o te mencionan que no están convencidos de tu postura partidista, política o procedimental y les dices que no importan, vaya, estas a años luz de lograr por tus propios medios -esta clarísimo- lo que anhelas.

 

Vaya, si lo sabemos.

 

La política es el arte de comer desechos -ejem- sin hacer gestos.

 

¿Entonces?

 

Se puede decir que en América Latina y los Estados Unidos de Norte América entre el 20 y el 25 por ciento de los niños de la calle son niñas y que muchas de ellas se ven obligadas a practicar  la prostitución.

Los motivos que llevan a los niños a la calle son muchos, pero un motivo central es  jugado por las adversas realidades socioeconómicas en que viven millones de familias al nivel global y  la  desintegración de los lazos familiares.

En América Latina, por ejemplo, muchos de estos niños nacen de madres solteras, pobres o abandonadas. La situación conlleva, además,  abuso físico y emocional por parte de los padres, generalmente padrastros o padres de paso.

Los niños escapan y toman las calles donde viven eventualmente con otros chicos con quienes forman unidades sociales  jerárquicas y relativamente cerradas. Otro caso es aquel donde todos los hermanos huyen del hogar y viven juntos en la calle bajo el liderazgo del hermano mayor.

En Ciudad de México, un gran número de chicos pobres son obligados a realizar tareas normalmente asignadas a los adultos como cuidar de sus hermanos y realizar trabajos domésticos.  Usualmente, estas tareas se realizan bajo una gran presión física y emocional y eventualmente conducen a muchos de ellos a las calles donde pueden conquistar cierta independencia.

Es decir, huyen de la explotación domestica intrafamiliar y caen en redes de explotación, mucho peores.

Pero también en la misma familia se gestan estas explotaciones frente a nuestros ojos.

¿Ha notado como en los cruceros estos niños deambulan acompañados de sus madres y padres, pidiendo dinero, mientras madre y padre limpian parabrisas?

Realmente todo este preámbulo es acerca de esa situación.

Están proliferando mujeres que cargan a bebés a pleno sol en los cruceros de la ciudad, como una estrategia de obtener algo de dinero, a costa de la salud de esos bebés.

Curioseando por ahí, leí que en muchas ocasiones son los hijos o hijas de estas mujeres los que les acompañan, y que la necesidad les motiva, aderezada con una situación económica lamentable y demás necesidades que todos conocemos y hasta podemos conocer de cerca.

 

Pero, no todos los casos son así.

 

He sabido de casos en que estos niños y niñas son “rentados” para aligerar la carga de pedir dinero y que quienes los llevan, no son necesariamente sus madres.

Mientras tanto, el promedio de tiempo de vida –o como podamos definir esa existencia- de niñas y niños en la calle es de 5 años.

Caen muertos y/o desaparecidos ante las violaciones sistemáticas a las que son sometidos, las adicciones, la violencia, enfermedades y el hambre. Y todo en silencio.