René Delios
Pues ahora sí que es la última semana para ver si para la mayoría de los mexicanos que voten, éste gobierno es el peor que ha habido, porque una cosa es que se decepcionen de la 4T y otra que regresen a sufragar desmemoriados a favor del PRI o del PAN.
A diario –desde hace seis años- se escribe que México está de lo peor en la política económica, la política social, la política en sí, y más cuando el presidente volteó la clepsidra tambaleando lo establecido, como ha pasado de siempre con el conservadurismo -que en México es anquilosado históricamente-, sea en lo cultural, científico o intelectual y ahí están los testimonios en desplegados plagados de reclamos porque los intelectuales y periodistas ya no son apachados.
Pero es que esto tiene su historia desde hace cuatro décadas –desde Miguel De la Madrid- en que llegaron los tecnócratas al poder, y se “tiraron” un neoliberalismo demagogo y corrupto –lo contrario se viera en una nación plena, sin violencia- que prometía generar la riqueza nacional para distribuirla de arriba para abajo, pero en alguna parte la distribución de los beneficios se atoró por sexenios, y fue cuando por decenas de miles los políticos que no eran empresarios salieron ricos del gobierno, robando a los municipios, a los estados o a la nación.
Obvio confabulados con los que les daban las facturas, los contratos.
¿O no?
Hoy sin pasar por burocracia, líderes «morales», organizaciones, fundaciones y fideicomisos, el varo va directo a la gente objetivo, que es a lo que ahora desde la oposición llaman economía ficticia -pues según no produce riqueza-, y solo sirve para palear medianamente las demandas prioritarias de la supuesta pobreza, a la que “hay que poner a trabajar”, dicen desde la derecha sorda, en el entendido de que es cierto, sí, pero sin los elementos para ello, es decir, fuentes de empleo en las zonas pobres, sin preparación, infraestructura, servicios, comunicaciones ¿Cómo?
Ya la saben: la crítica va con todo, deslizando el que nunca hubo en éste país justa distribución de la riqueza, y eso se cuestionó en su momento, y la represión fue la respuesta, pues en esos tiempos del priismo duro, hubo hasta dirigentes asesinados y nunca causó eso la irritación popular como ahora dicen que sucede, pues los medios informativos callaban, y era complicado oponerse a las políticas del PRI gobierno.
Sí, por sexenios desde mediados del siglo pasado, la inconformidad fue creciendo por el desplazamiento social, y aquí tienen al estado de Chiapas como ejemplo cualitativo y cuantitativo de ello, frente a los índices de la media nacional, tanto en desarrollo social como humano, esto es en lo general como en lo particular.
Y hay que insistir en ello para que a ningún gobernante, municipal o del estado, se olvide de ello: Chiapas es un reto serio que reclama tiempo, transparencia, por lo que no hay que prometer lo que no se va a cumplir.
Nos es este gobierno la excepción de la regla -ni los gobernadores en los estados- y como todos los políticos tendidos a la suficiencia, hablan de más: desde luego que hay corrupción, pues ese mal del siglo pasado no se va a diluir por decreto, y fluyen entre las arterías de la sociedad misma que obviamente al ser señalada, hace como que sufre demencia de sus propias culpas.
Hoy esos ataques se recrudecen, sobre todo en contra de Claudia Sheinbaum, “la mandataria anunciada”, con toda una campaña mediática en su contra, en tanto en Chiapas, no pasa nada: la oposición esta confinada en la ignominia, mientras que las organizaciones «sociales» se aplican el stand by ahora que entendieron que en la entidad no existen: gana Morena y de calle.
Será interesante observar que va a hacer la oposición otro sexenio sin controlar el presupuesto, y qué los medios de comunicación, porque seguramente buscarán acortar distancia con Claudia, salvo excepciones, los que han actuado sin profesionalismo, y han aplicado dolo, inquina, y se la han pasaron descalificando e insultando durante seis años.
Esta semana veremos sí les sirvió de algo.