Tubo de ensayo

25/mayo/2024

 

René Delios

 

Yo –como millones de mexicanos- soy producto de la escuela pública, como lo fue mi padre y mi madre; ésta hizo replica de su origen fundante: fue maestra en instrucción primaria.

 

En esos pueblos de la cuenca del Papaloapan como en otras regiones del país, el magisterio era lo más parecido a un apostolado: el portador del conocimiento hasta el lugar más distante de éste México pluricultural.

 

Pero doña Rafaela decidió ser maestra en instrucción primaria; su esposo abogado.

 

Mientras el uno era priista la otra era del PMT, y así fue en mi infancia de discusiones hasta que ese matrimonio imposible terminó, pero sellaron en mi la idea de que, las cosas sobre la mesa para decirlas como son, no de oídas, sino con argumentos y planteamientos que eleven el discurso.

 

No a gritos.

 

La profe “Fala” -neta que así le decían- llegó hasta directora de la escuela primaria “Benito Fentanes” en Cosamaloapan, Veracruz, pero como era de las pocas disidentes -en ese estado domina el SNTE- le hicieron grilla cuando empezó a simpatizar con el movimiento magisterial que nacía en Chiapas, hará más de cuatro décadas, desde la dirigencia regional o local: ¡Vendidos! Les gritaba en la asamblea delegacional.

 

Lo que también recuerdo es que peleaba con eso del Sistema Global de Análisis Estructural, que era el tronco común de la SEP para el subsistema de instrucción primaria, porque señalaba que tenía imprecisiones pedagógicas, pero validó la carrera magisterial a grado de licenciatura, que luego me dijo que parecía un intento inútil -y blando- por incrementar la calidad de la educación, pues los más que cursaron las licenciaturas y maestrías lo hicieron por subir en el escalafón, no por dar una mejor instrucción, y solo me dijo en esos años que no dio resultado, sin más detalles, y con los años entendí que discutir esas cosas con la CNTE, por ejemplo, levanta a los intolerantes que no observan que mucha culpa de todo esto de la pésima educación en México, también está en el magisterio inculto que padecemos, y que en un alto porcentaje carece de perfil para estar frente a aula –pues corrompieron la profesión con la venta de plazas-, y los que son maestros de verdad callan al ver la mediocridad de sus propios compañeros, aun sean un atentado a la niñez y desde luego, reflejo corrupto de servidor público -porque el maestro lo es- que cobra por lo que no brinda: calidad.

 

Y ahí están los números de la UNESCO  -no del gobierno pasado o actual-, desde hace años.

 

Rafaela se jubiló porque de tanto usar el gis se le afectó un pulmón; la potente voz bajo su tono, y la pequeña mujer de 1.51 de estatura se fue a su casa luego de 33 años de docencia, y su satisfacción -me acuerdo- era encontrarse a esa doctora, arquitecto o maestro, que fue su alumno o alumna en su tiempo de servicio.

 

Rafaela reconocía los errores en el gobierno, pero también en su gremio; por eso he insistido desde el principio que lo reaccionario o radical no puede ser la vía para mejorar la educación en éste país; éste pueblo ha sangrado muchas veces para lograr su independencia, su reforma, y su revolución: y todo eso fue a medias, de dientes para afuera: la independencia hizo castas, la reforma élites, la revolución, cotos: anquilosaron poderes, generaron corrupción.

 

Todo eso se resiste ahora ante la sacudida que les dio o da López Obrador, que ha sido de los pocos que ha oído al magisterio, en especial al disidente, cuyas peticiones laborales no mencionan -o incluyen- elevar la calidad educativa, que debería ser su objetivo.

 

Es imperante: el que no sabe es como el que no ve; el que no lee es fácil de manipular: la ignorancia es lo más costoso de un país, no lo deja ni crecer ni evolucionar, por eso el magisterio es clave, para erradicar la ignorancia en ésta nación de naciones.