Tubo de ensayo

21/mayo/2024

René Delios

 

No entiendo por dónde vamos “requetebién” en la política.

 

Lo que se volvió a ver en ese debate de marras es discusión y desde luego, mentiras: a ninguno de esos tres les va a alcanzar el sexenio para remediar México; que se dejen de demagogia: la pobreza es un asunto estructural, no de dinero: mantener a la pobreza para explotarla políticamente, es una bajeza que delata y dilata, la falta de soluciones posibles a mediano plazo, incluso.

 

Pero se sienten los idóneos, impolutos, y hasta traslúcidos de empoderados.

 

Falsos.

 

Obvio, para los y las aspirantes su historial político es intachable, pero contrariamente, para la población es endeble: los y las marca y ubica tal cuales; otra cosa es que tengan la oportunidad de competir para cargos de representación, generalmente negociados, pues así es la política: de oportunidades, de momentos puntuales, en que se concatenan las posibilidades.

 

Pero no dejan de ser eso: posibilidades, que permiten establecer las coyunturas, hoy ya poco efectivas si no tienes lo propio, es decir, prestigio, respeto, o sea, popularidad.

 

Y eso es lo que se ataca ahora: la popularidad del posible adversario, minarle presencia con rumbo a las elecciones, como vemos en las presidenciales, en la que Xóchitl Gálvez recurre a la bajeza de llamar narco candidata a Claudia, como si eso en la gente impactara.

 

Desde luego que tenemos en claro que entre los partidos que impulsan a la hidalguense, hay más ex gobernadores prófugos que gobernando.

 

En las entidades a elegir gobernador, que son nueve –incluyendo a Chiapas- pasa lo mismo:  los candidatos de Morena –excluyendo a Chiapas- le aplican unas campañas tremendas por la insulso que sea el motivo, que el caso de Veracruz, por ejemplo, la sustentan en que Rocío Nahle no es de esa entidad cuando vive en ella desde niña de brazos, o en Tabasco, en dónde acusan a Javier May de estar patrocinado de más, gracias a convenios “turbios”, eso porque nada más no les llegan en promedio, de acuerdo a encuestas serias.

 

Lo que vimos el domingo es vergonzoso, denigrante, ejemplo de la mala calidad de la política: se exhiben; ¿Esas personas quieren ser presidente/a de este país?

 

Se descalifican con el mismo método que ya no da resultados –y se vio con AMLO en su campaña y ahora en su gobierno-, que es hacer acusaciones sin sustento ¿Creen que así van a manipular a los mexicanos?

 

Ahí esta como ejemplo el tabasqueño mismo: es el presidente más atacado, vilipendiado, insultado que ha habido, y no por mal servidor público, sino por la intolerancia misma que ha caracterizado al político mexicano desde la Reforma -¿O segunda transformación?-, en que el clero financió todo tipo de ataques a Juárez, incluso apoyó invasiones extranjeras desde el Vaticano para detener la alternancia política: lo vivió en su momento Francisco I. Madero, quien sucede a la dictadura de Díaz, cuyos simpatizantes mantuvieron una guerra abierta y mediática contra el nuevo régimen o sistema, porque en cada uno de esos hechos históricos se trata de una ruptura –no una fractura- de un sistema político con el nuevo gobierno, así la Independencia, la Reforma, la Revolución hasta llegar a AMLO que autonombra –en su megalomanía y soberbia- 4T a su gobierno.

 

En la independencia se rompe con una monarquía como sistema de gobierno, en la Reforma se rompe con el clero católico y se establece el Estado Laico, y en la Revolución, se derroca una dictadura, y se estable el estado democrático, electo por el pueblo, este dizque transformación estamos enfrentados, no discutiendo, no debatiendo –y menos con lo que vimos y escuchamos el domingo-, un rumbo de país.

 

En cada periodo de los mencionados se dio un sistemático ataque mediático – vía las técnicas de cada entonces-, para denostar y exhibir al nuevo gobierno, pero sobre todo debilitarlo, como sucede ahora en contra de lo que el mandatario y sus seguidores consideran la Cuarta Transformación, por la ruptura que hace el pueblo vía sufragio, con el sistema político mexicano fincado el siglo pasado, y cuya vigencia databa desde la fundación del Partido Nacional Revolucionario (1929) hoy PRI, que celebrará en el sexenio que viene cien años de fundación, o igual se cumple el adagio aquel de que “no hay mal que dure cien años”, y el PRI pierde su registro sino en el 24, igual en el 27, durante las elecciones federales intermedias, sin que logre llegar al centenario.

 

Me regreso: el problema en México es que la Revolución –o ¿Tercera transformación?- no triunfó en sí: su cumplimiento de objetivos es aún una asignatura pendiente, y contrario sensu a lo que oficialmente se dice, en la convención de Aguascalientes se desvió todo –lo denunciaron los zapatistas en 1994, en la Declaración de la Selva Lacandona-, y las oligarquías militares se repartieron México, por decirlo así, políticamente, en contubernio con los empresarios.

 

Desde esa fecha postrevolucionaria se manipuló la historia, se saqueó a la nación, se desvinculó el nacionalismo, en tanto en el mundo, se dieron cambios en la geopolítica y mercadotecnia, surgió el neoliberalismo, la apertura comercial –saqueadora y poco respetuosa con las culturas-, y México fue objeto de uso de todo ese sistema globalizador, por su mal de origen desde una Revolución desvirtuada, traicionada, y el sentido que motiva a la Revolución se torció y dio origen a una dictadura perfecta, en la que el mayor poder del presidente no era ejércelo en sí, sino elegir a su sucesor, pisoteando con ello a la democracia, al gobierno para, por y con el pueblo.

 

Sí, la revolución mexicana fue populista, de tendencia socialista, pero el PRI se adueñó del hecho histórico y se erigió de siempre como la revolución hecha gobierno, pero a través del mando del presidente, era una institución: el brazo político del sistema.

 

Así fue por setenta años, en el que se instauró una de las doctrinas más ignominiosas: el institucionalismo a ultranza al mandatario de que se trate: lo seguimos viendo en un Morena disciplinado al presidente: es eje integral del sistema político mexicano.

 

Por ahí es más de lo mismo y es por eso que los ex priistas caben perfectamente en Morena.

 

Por eso sin excepción –los de antes y los de ahora- son consecuencia de una de las políticas más corruptas del mundo, y no dicho por éste escribidor de bodrios, sino por estándares internacionales cuya opinión a esta clase política no le importa: su cinismo es legendario, y cada sexenio lo demuestran, pues como antes, otra vez aparecen siglas y personajes en su faceta de explotación de la pobreza, como lo hizo el populismo priista, luego sus tecnócratas, y después los científicos panista, y ahora los neopopulistas o de centro izquierda de Morena, cuyos aspirantes también son secuela de la vieja escuela que niegan, y cuyos modos cínicos a todas luces aun practican.