René Delios
¿Cómo pueden hablar de democracia en una nación que no la vive?
Ni en lo social y menos en lo político; los ciudadanos eligen lo que le presentan, los palomeados.
Estuvo clara la manipulación interna en los institutos políticos y las alianzas para llegar a acuerdos en torno a las candidaturas, por lo que en las más de las veces fueron decisiones cupulares que nada tuvieron que ver con una democracia interna, que en esencia es lo que se supone fortalece a los institutos políticos y a su vez, a la democracia tan mentada.
Algunas referencias señalan que a pesar de las transformaciones políticas que han ocurrido en México durante los últimos 24 años -cayó el PRI, subió el PAN, regresó el PRI, subió Morena-, la cultura política del mexicano ha dejado ver pocos avances pues, eso se percibiera –y viera- en el ambiente proselitista que, otra vez, es sucio, contaminado, de baja calidad.
Y es cierto: se dice que el triunfo aplastante de AMLO es muestra de que “el pueblo ya despertó”, pero lamentablemente en Morena no; el institucionalismo a ultranza permanece, igual al que se practicaba en el PRI y el PAN, solo que ya no con presidencialismo, sino con caudillismo.
Lo que hay y cómo se practica, no fomenta una participación autónoma y propositiva que ayude al éxito de la democracia, esto influye en la credibilidad social no solo en los partidos, sino también en los candidatos, sobre todo en los impuestos desde las dirigencias –hay veces necesario pues, los ideólogos, no son carismáticos como para ganar una elección-, entre la confusión de intereses que son las llamadas alianzas, que en vez de tener el concepto europeo -allá está su origen- en nuestro país busca derrotar al partido en el poder, “porque está arruinando a México”, cuando sin ánimo de controversia, ni el PRI y ni el PAN entregaron la nación en condición de boyante.
La cuestión es que en los partidos siguen prevaleciendo rasgos autoritarios como el clientelismo y el corporativismo, los cuales no fortalecen la democracia y sí los intereses de sectores por sobre los de la nación.
Es cuando los políticos se vuelven instrumentos de la corrupción –Léase: Lozoya, Robles, etcétera-, y compran “corrientes internas” o tribus o la definición que quiera para lograr “consensos incluso legislativos, como pasó en México en que estaban empeñando el desarrollo energético nacional, dejándolo –a nombre del libre comercio-en manos de extranjeros.
Y cómo no si llegan vía trato no compromiso a los cargos de representación popular; son antes diputados por intereses que de base.
Son las secuelas de la partidocracia que niega hasta el presidente exista en Morena, mientras todo mundo insiste en que ya parece hasta una refundación del “trescolor”.
Ahí están los nombres, sea en el Morena o sus aliados.
Recuerdo cuerdo cuando en campaña, AMLO dejó en claro desde Chiapas que “el que quiera puesto que lo ponga en el mercado”, y ya gobierno buscó terminar con el corporativismo y clientelismo -según esto-, apoyando directamente a los beneficiarios del recurso social, ya sin la intervención de organizaciones, agrupaciones, sindicatos, sectores que a cambio de votos, depredaban de México.
Hay elecciones estatales en nueve entidades del país aparte de la presidencial; es prácticamente elegir los gobiernos de la tercera parte de la nación, entre ellos tres entidades petroleras como Veracruz, Tabasco y Chiapas, entidad esta última aparentemente poco beneficiada en el sexenio, cuando el gasto social ha sido significativo, sea por “Sembrando vida” y programas similares que permitieron que en la entidad, por primera vez en lo que va del siglo, se redujera la pobreza, que no es lo mismo a resolverla, pues requiere de elementos estructurales y de comercio para ir promoviendo su crecimiento sin el paternalismo del gobierno.
Pero eso solo le dan a la gente, y lo acepta, sin reclamos y sin pedir explicaciones, del por qué siguen ahí, olvidados, subsidiados como utilizados a nombre de la justicia social, que es para nada democracia como tal; la misma cantidad de blindajes y candados para el proceso electoral es una muestra de la desconfianza recíproca entre los participantes y organizadores -que no pasa en las naciones democráticas-, para asegurar la “transparencia del proceso”.
Transparencia: estamos a años luz para llegar a eso.
Ya hasta se acusan de usar dinero negro, pasar los topes de campaña, y así sin probar nada. Juntando versiones para que a la hora de la verdad impugnar –también a nombre de la democracia-, por fraude o lo que resulte, tratando de ganar en los tribunales no que no logran en las urnas.
Son una chulada a casi 25 años de que se dio la transición -incluso en Chiapas-, y ese ejemplo no les ha servido de mucho, pues siguen caciquismos, cofradías -hasta en los indígenas, anquilosados-, deteniendo la evolución política en la entidad, ya entrado l siglo XXI.