Desde luego que no se esperaban que Morena –con registro desde 2014- creciera en tan solo cuatro años como para ganar arrolladoramente la Presidencia cuando apenas tenía un puñado de diputados en 2015, y la verdad –no como ahora- los conservadores se confiaron y pues perdieron y seguirán perdiendo, porque ahora pecan de soberbia, aunque no tengan con qué competir.
Así de plano, y menos con la bronca Gálvez-Moreno –de la que no hablan pero subsiste- que ya no se va a limar.
Los jaloneos por las plurinominales iniciaron demasiado temprano, tanto que se las repartieron descaradamente: el asunto entonces no es ideológico, de compromiso social, es personal, de cotos de poder; no es priorizar al pueblo, pues eso se notara ahora –pues fueron gobierno- y por ende, Morena no existiría.
La cosa es que ganando AMLO se hizo el escándalo; se le acusó de populismo en proyectos o programas para el combate a la pobreza, y al tema le dieron mucha cobertura y en vez de desprestigiar al comunista, lo encumbraron pues, para ese pueblo, AMLO es el primer presidente que atiende, directamente y sin organizaciones, sindicatos, sectores, partidos, fundaciones o autonomías, al pueblo.
La base así lo ve y se lo manifiesta ¿Cómo? Con votos.
Ahí están los números, la resultante, los gobiernos estatales, municipales de Morena en solo cinco años, pese a toda la campaña desplegada a lo largo de un lustro, y que no le ha hecho mella al partido marrón que, incluso, sigue atrayendo nuevos simpatizantes generacionales, como se vio en el simulacro –con mucho olor a encuesta promedio- de voto en 420 universidades públicas y privadas en el país, estudiantes que a las 16:00 horas, ya le habían otorgado a Sheinbaum, el 67 por ciento de la votación.
Desde luego que denota la nota: en las nuevas generaciones de profesionistas no a cuadrado eso de gobierno populista, anti empresa, retrógrada, y que los jóvenes -al menos los universitarios-, están con la 4T.