A 21 días las elecciones, sigue la inquina de que tenemos un narco presidente, de que Pemex es imposible de sanear en corto plazo: el daño neoliberal es caro, muy caro.
Unos atacan al presidente, la 4T a los pasados gobiernos; ahí van en pleno proselitismo.
Sigue siendo un problema de ética y de responsabilidad profesional el cómo se manejan los contenidos informativos en México, sea en aras de lucro político o económico, aunque se nota la inquina y la parcialidad en estas campañas sin medir consecuencias para la vida pública o privada del político o funcionario del nivel de que se trate.
Las respuestas que el presidente u opositores dan al medio informativo o periodista, si no agrada el tono es visto como un “atentado” en contra de la libertad de expresión cuando, a nombre de ésta, se cometen abusos a diario y lo observamos en las redes sociales.
Miles y miles de emisiones falsas como la de narco presidente se pasan todos los días denostando o insultando a quien sea, sin poder ser objeto –el ofendido o denostado- del derecho de réplica tal cual lo marca la ley, porque para el caso de redes sociales no está legislado.
En ese tenor se la aplican al presidente de México, quien señaló recién que los ataques en su contra están financiados desde Estados Unidos, punto que se tiene que reclamar por la vía que proceda.
Pero en estos tiempos hasta eso también se tiene que evaluar aparte de ver con qué calidad se cuestiona, pues en la misma versión o redacción va implícita la intención, sea sensacionalista, denostadora, falsa, aparte de que en México, lo que sea, lo que se diga en redes sociales no es censurable, pues ya lo han tratado de hacer no pocos legisladores con iniciativas que no encontraron suficiente sustento.
Ni del propio presidente, y eso que es víctima frecuente en las redes sociales.
México paga aún -y por mucho tiempo más- las consecuencias de esas prácticas de censura en el pasado, en que se ocultó tanto la verdad, que todo intento de detener una información, aun sea falsa, se ve como censura
Salvo sea a motu proprio, como lo anunciado por el presidente sobre el que, ni el 30 y ni el 31 de mayo, habrá mañaneras para “no influir” en la elección.