Editorial

7/mayo/2024

Ya vivieron la experiencia de 2021 y no fue por las mañaneras –pues en esas fechas se suspendieron- que Morena arrasó en las entidades del país, ganando once de quince estados, ni será merma para las federales de 2024, si desapareciera ese aparador matutino al que tienen bajo la lupa desde el INE, en dónde hay consejeros que gustosos censurarían definitivamente su transmisión.

 

¿Cuál es el temor?

 

La gente no quiere votar por el Partido Acción Nacional, por el Partido Revolucionario Institucional o por el Partido de la Revolución Democrática: el resultado de 2023 en el Estado de México lo corrobora, como también la aplastante realidad de 22 gubernaturas ganadas por Morena en cinco años.

 

Eso lo advierten en el partido Movimiento Ciudadano, y de ahí su postura de no “quemarse” al no unirse al frente opositor, y prefiere ir solo en cada entidad del país, con propuestas propias en las elecciones presidenciales.

 

La otra es que pedirle a AMLO que no hable de elecciones o adversarios -que lo atacan a diario-, es censurarlo: no debe porque es el presidente y debe ser imparcial, sí, pero no lo va a ser: él fundó el Movimiento de Regeneración Nacional, hable o no, la gente lo sabe.

 

Y aunque tiene que respetar esa norma, no va a ser imparcial: es morenista, así como por sexenios hubo un “primer priista del país”, como llamaban a los presidentes del tricolor, o en los dos sexenios del PAN al inicio del siglo.

 

Hay un desempalme claro: la candidata de su partido, busca fomentar su imagen en campaña.

 

Han sido pocas las veces que ella aparece en una foto espectacular con el mandatario.

 

¿O tampoco se puede?

 

Porque por todo el país hay “pintas”, espectaculares, lonas -incluso domiciliarias-, de los candidatos a todo, que se cuelgan de la imagen del presidente cuando aparte de que tienen que generar sus propios votos, aportar para la grande, y evitar el voto cruzado que no va a beneficiar a Morena en las cámaras federales.