René Delios
Pareciera que no pasa nada.
Es decir, pasa, pero no pasa nada ¿Por qué?
La realidad es que se está registrando un desgaste real que se está manifestando en la política, en las calles de las ciudades y desde luego en la gente.
Eso muy aparte de mala imagen gubernamental de que se trate: la inseguridad daña a la sociedad, sobre todo a la chiapaneca que, por años, ha estado viviendo un ambiente muy distinto a otras entidades del país, envueltas en un marasmo –escribiera García Márquez en su etapa de periodista- de corrupción y muerte.
La incidencia delictiva crece y eso no es privativo de Chiapas, desde luego se registra en Tabasco, Veracruz, Guanajuato, Tamaulipas y eso, coyunturalmente lo aprovecha la oposición para proyectarse como una opción para ¿Reducirla, terminarla?
No, no va a alcanzar el próximo sexenio, gane quien gane: candidato que lo prometa es demagogo.
¿Qué sucede en México en realidad?
O sea que hay un México desesperado –te oigo, otra vez, Colosio-, y desde luego alterado, ante una delincuencia que le gana a las estrategias de prevención del delito, como la desocupación al empleo, y en consecuencia, las familias no están bien.
Ya hay temor hasta en los chavos para salir a la calle, y es que de eso vive también el crimen: del miedo.
No hay armonía entre lo que dicen los que gobiernan y lo que se viven en la población. La falta de credibilidad crece, y se observa en muy diferentes formas, y deforman la armonía social que se presume, incluso en lo electoral, y eso se verá en el abstencionismo, que es ya, un resultado electoral a interpretar, no solo política sino también socialmente, pues no supone, refleja, que no hay credibilidad ni en las siglas y los gobiernos.
¿Pero por qué?
Por lo general nadie toma en cuenta al abstencionismo, menos los que ganan.
No esta mal que se creen y crezcan grupos políticos, pues de eso se trata en ésta política a la mexicana: alcanzar o mantenerse en el poder, pero como que ya se debe dar el salto evolutivo –el generacional salió igual de convenenciero y corrupto-, y dejar atrás esos esquemas de dominio por el dominio, aplastando la opinión del otro –por sobre la pluralidad-, y entonces ya empezamos mal, como ha sido en éste sexenio en que, se ha tratado de mala fe, bloquear los proyectos presidenciales, cuando tienen sentido, y la otra es que no han podido ser discutidos, por la unilateralidad obligada ante una oposición reaccionaria y con elementos de ataque como los medios de comunicación y el poder judicial, que no es poco decir, y ni aún así, han logrado reducir –ni detener- la evolución de la 4T.
¿Entonces qué sigue? ¿Otro sexenio de confrontaciones?
Somos una vergüenza de pobreza en medio de la riqueza ¡Caramba!
Porque mirado a ojo de pájaro, todos los que hasta ahora han gobernado no han servido para levantar al país, y pasan los sexenios sin que se dé el tan llamado anuncio de entrar en la senda del progreso, aunque sea lento, pero integral, porque mientras en lo económico México esta estable, en seguridad pública hay preocupación.
De la nada, en dónde sea, brota la violencia, aparece la muerte y lo peor: sin deberla.
Es la fecha en que a más de un siglo de promulgada la constitución mexicana, nada más no se ha cumplido con sus preceptos elementales, empezando con la vida digna, esto es, la seguridad social, que es la única vía en la que se refleja el éxito de los gobiernos ante su pueblo.
Lo contrario es lo evidente.