Tubo de ensayo

11/abril/2024

René Delios

 

Los rezagos que presenta la entidad son un reto más allá del sexenio que se va a renovar, por eso los programas ameritan urgente continuidad, dependiendo la calidad y técnica de su proyección.

Porque como sucede con la federación, la entidad no se puede rediseñar más cada año: un proyecto con programas de mediano plazo, y terminar con la idea de que los programas del anterior, si se dejan borran la imagen del que llegó: se trata de una nación –una entidad, en nuestro caso-no de un nombre.

Porque al igual que sucede con los cuestionamientos de que no todo lo prometido por los candidatos se puede resolver en seis años –incluyendo el principal flagelo como lo es la falta de desarrollo humano-, está que, con la finalidad de ganar, los abanderados –desde la que busca la presidencia, pasando por las nueve gubernaturas, y desde luego las presidencias municipales y alcaldías- se han disparado en sus propuestas a la ciudadanía, muchas de las cuales dependen de mucho varo, y éste Chiapas no lo genera.

 

Depende de la federación.

 

Se dijo en 2018 –no solo desde esta columna, conste- que no alcanzaba el sexenio para resolver o subsanar, los flagelos sociales y la ausencia institucional en México –obvio Chiapas-, pues está ultima no solo se refiera a la estructura y servicios de gobierno, sino también a la vigencia del estado de derecho.

Y se insiste en lo mismo: no va a ser en un sexenio en el que se resuelvan los pendientes acumulados, y que en el caso chiapaneco habla desde la ocupación laboral con salarios dignos, seguridad, urbanismo y desde luego ampliar la infraestructura educativa y médica de calidad, como le llaman ahora, pues no hay que olvidar que nuestro estado en topográficamente abrupto, lo que dificulta mucho llevar los servicios elementales a zonas recónditas, y menos ahora en que las hay en dónde los signos de la violencia están presentes.

Tan solo en el rubro educativo, hay miles de planteles en México –y hay sin duda cientos en Chiapas- no tienen todo lo necesario para operar con calidad y de todos modos, ese magisterio satanizado por sus paros y plantones –con mucha razón la más de las veces-, trabaja con lo que tienen y hasta improvisan en el plantel de que se trate –y no les pagan por eso-, sacando la chamba, y ya ni se diga en el caso de la medicina, en los nosocomios sin lo necesario, el personal medicó bien ameritaría ser parte de las famosas serias al respecto, pues se la juegan  a diario para sacar adelante los casos.

Como ese hay muchos ejemplos en todas las dependencias gubernamentales, en dónde los trabajadores se acoplan a las necesidades y hasta se abusa de ellos con eso de las “guardias” en días festivos o estar horas extras sin remuneración, como se la aplican aún a los trabajadores de confianza.

Y así podemos seguir enumerando aspectos derivados de la falta de recursos y excesos de burocracia –y prepotencia- en el sector público, que desde luego influyen en la calidad de su desempeño.

Un desempeño que de ser bueno, debe tener continuidad, no borrarlo de tajo como ha pasado tanas veces en un estado de bajo presupuesto, aparte de mejorar el desempeño público, dándole lo necesario y desde luego revisando constantemente su desenvolvimiento, sin proteccionismos, en especial para los municipios –células de la federación-, en que los alcaldes dejan mucho que desear, aun las denuncias de los ciudadanos u organizaciones que comprenden varias comunidades acusan y cuestionan y las que, mínimo, deberían ser escuchadas a tiempo, ya que sus alcaldes son una nulidad, en especial ante los eventos de violencia, e incluso algunas veces son parte de éstos, como ha pasado en tantos casos que se han conocido en otros puntos de la República.

 

Matraz

 

Y ya que le caímos a los municipios, tenemos claro que no solo se trata de renovar la gubernatura, sino también los ayuntamientos, cuyos titulares deben entregar cuentas claras a la nueva administración, en especial en los municipios indígenas cuyas autoridades de siempre, han actuado con impunidad so pretexto absurdo de usos y costumbres, que pese a lo que digan etnólogos y antropólogos, ya no pueden estar por encima de los elementales derechos humanos, pero también los hay en el mundo ladino, y más por estas fechas electorales en que munícipes y algunos candidatos concatenan intereses, sea para mantener al grupo, sea para que le cubra la espalda, y gastan recursos del dinero público en campañas proselitistas.

Por eso bueno fuera que desde ahora, esos presidentes municipales vayan entregando cuentas, sin rezagos, menos en una era tecnológica en que los programas cuadran las cuenta: realizan las sumas, aplican las restas: las facturas son electrónicas y tienen que empatar por la emitida por la empresa, que la remite a Hacienda.

 

O sea, lo legal ahí va a estar, expedito, concreto, transparente pues.

 

Porque ya aterrizando, no entiendo cómo pueden hablar de democracia desde la tierra de la imposición; de transparencia en tierras donde no se han rendido cuentas claras, y en la que el enriquecimiento ilícito de muchos funcionarios del pasado –esperemos que no del presente- ha sido la tradición desde hace un siglo en que al final de cuentas -como lo vemos por enésima vez- todos los grupos, todos los ideales, todas las convicciones, caen rendidas ante las conveniencias –ahora resulta que todos son jaguar- en ésta pobre entidad saqueada por los mismos y otros mismos que vienen de fuera, y a la que quieren seguir victimizando, dejándola al final -otra vez por enésima vez-, del desarrollo social para poderla usufructuar a nombre de la pobreza, y al final seguirla usando como caja chica, de quienes manejan la caja grande.