Tubo de ensayo

5/abril/2024

René Delios

Cuando estaba en su apogeo la pandemia, se decía que su impacto cambiaría el orden mundial.

 

Para empezar ¿Cuál orden?

 

Los desniveles de vida, la acumulación de la riqueza en unos cuantos por país ante el global poblacional que padece de carencias de beneficios sociales, da muestra que ese orden mundial ha sido desnivelado, inequitativo e injusto por siglos.

 

No, no es de ahora.

 

Se sigue hablando de democracia en medio de la imposición y de la manipulación de las masas, y unos cuantos en las posiciones políticas determinan por millones de seres humanos su destino, mientras los amos de las finanzas geopolíticas establecen el hasta dónde, la calidad de los niveles de vida y hasta el rendimiento promedio de la explotación de esa masa.

La humanidad, en muchos países, es solo un insumo y una rentabilidad de naciones explotadoras, cuyos ciudadanos trabajan de más para vivir igual, y lo vemos en nuestro país en el que por décadas –a sueldos de miseria-, hemos andado buscando la senda del progreso y nada más no la hemos encontrado por caminar en círculo a nombre del neoliberalismo.

 

¿A qué se debe?

 

El llamado orden mundial es depredador, a todas luces dañino para las mayorías; no puede ser orden porque no se coordina: se divide y tiene sus sectores de dominio y en ese escenario, explota y va consumiendo los recursos aun a costo de los ecosistemas, en un breve tiempo en comparación a los millones de años de evolución.

Lo hace China, Rusia, y por otro lado, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos.

Es absurdo, estúpido, y no tiene justificación y menos a nombre de un progreso que no se ve parejo.

Si algo demostró esa pandemia, es que algo peor que esto, nos fulmina -¿Por qué el Covid 19 solo afectó a los humanos?- porque no hay a donde ir más que quedarnos encerrados en la canica azul, el planeta tierra, nuestra ínsula de vida, la única hasta ahora en todo el sistema solar.

Ya ha habido astronautas de indistintas naciones que han señalado lo absurdo, lo estúpido que es la guerra entre naciones por pretextos materiales: desde allá arriba, el espacio, supongo que se ve una esfera azul dando vueltas y tras de ésta, la oscuridad, la nada inmensa del universo.

 

¿A dónde ir?

 

La pandemia también demostró que somos nómadas –la humanidad misma la propagó con su movilidad-, que tiene millones de años que migramos, desde los primeros homos que se desplazaron según de Africa y evolucionaron hasta ser lo que somos, luego de que a la fecha se reconocen al menos ocho especies fósiles: homo neanderthalensis, homo floresiensis, homo heidelbergensis, homo antecessor, homo erectus, homo ergaster, homo habilis y homo rudolfensis, y no se lograron, se extinguieron, y solo quedó el homo sapiens, los creativos, los creadores pero a la vez los más destructivos.

Ahí están las noticias de Gaza y Ucrania, pero ¿Por qué ocultan lo que sucede en África? La masacre que se registra en el Congo y en Níger, naciones en las que tiene las manos metidas la Francia, sí, la nación que pondera los derechos internacionales del hombre.

Será difícil superar los intereses que motivan la guerra, sea el fundamentalismo o la geopolítica económica real, no la ficticia, que dejó al descubierto a naciones consideradas potencias, sin el cómo atender a sus enfermos: en esas naciones la privatización de los servicios públicos en aras del capitalismo, demostró que el sector privado carece de todo sentido comunitario y humanitario: en España e Italia –por ejemplo- los que no tuvieron dinero para atenderse del covid, se murieron, sobre todo los adultos mayores.

Desmantelaron sus sistemas de salud en aras de que la iniciativa privada voraz, se hiciera cargo: es lo que estaban haciendo en México, igual como iban los pasos con la educación básica.

México tiene en comparación a no pocos países de Latinoamérica, un sistema de salud sólido, con sus carencias, sí, pero está ahí y hay que quitarle el óxido de la corrupción para hacerlo eficiente.

Así que no tiene caso que se hable de un “reordenamiento mundial de la economía”, solo porque se registra el llamado nearshoring, y esa tendencia cambie la filosofía de la política económica, mientras las instituciones internacionales de financiamiento ofrecen recursos a tasas leoninas, para quedarse con las pobres ganancias de naciones en recesión.

 

¿Humanizar a la humanidad?

 

Si no imposible, sí va a ser complicado, muy difícil: las políticas mundiales se circunscriben a intereses esquemáticos, tanto geopolíticos como sectoriales, mientras hablan de derechos humanos, desarrollo sustentable, energías limpias y en los hechos hacen todo lo contrario, como los republicanos de EU, diciendo que nada de apoyo al plan propuesto por México, para detener la migración forzada, y culpan tercamente a nuestro país de estar enviciando a sus nacionales que se metan a voluntad todo tipo de sustancias, o a nombre de Dios –o la democracia, o la libertad, da igual-, asesinan gente, al igual que pasa en la defensa de nacionalismos resentidos –e históricos-, como irreconciliables, que dan origen a conflictos intermitentes como ha sucedido y sucede entre Israel y Palestina, entre Rusia y Ucrania.

La cosa es que sigue esa cuestión del hombre como lobo del hombre, generando hambre y muerte, a nombre de la libertad y progreso en busca de un “nuevo orden mundial”.