René Delios
Son los partidos y sus elementos los que generan el abstencionismo en el criterio de millones de mexicanos que, no quieren, que su voto sea utilizado por los políticos para beneficiarse y luego olvidarse de ellos, y a la vez, hacerlo utilitario para los partidos para obtener prerrogativas de acuerdo al porcentaje emitido a su favor de esas siglas, y actuar –después- distante a los grandes planteamientos de las mayorías, en torno a sus derechos fundamentales como ciudadanos.
Los partidos se preocupan primero por sus intereses –y así lo hacen valer en las cámaras-, y luego por sus representados, como se ha visto en tantos temas, como la reforma electoral de AMLO, que buscaba reformar el 55 constitucional y desaparecer a los plurinominales, además de reducirle el presupuesto excesivo al INE e impedir que los consejeros de ese órgano, se dirijan por consigna propia –es decir, a modo- y no velando por los intereses del pueblo y la democracia.
No lo permitió la oposición, y la parafernalia originó aquella marcha de “El INE no se toca”, financiada por Claudio X. González, quien es el verdadero orquestador de la alianza incoherente entre una supuesta derecha, tendencia de centro y una izquierda ignominiosa, los que no hace una década eran supuestos enemigos acérrimos.
Pero esa es otra vaina.
El punto es que los partidos -¿Repartidos?- hacen cosas que decepcionan, y que en el caso del partido gobernante, es decir, Morena, es ahora el cobijo de tanto indeseable para la opinión pública y ya ni se diga para su militancia, y eso se lo demostró a su dirigencia en la pasada consulta –incluyendo Tuxtla-, no eligiendo esas propuestas, y aún con eso hay más casos que los calculados en que se impuso al triunfador.
Así empezó a declinar el PRD, hasta quedar como sanguijuela del PRI y el PRD, porque sin aliarse con ellos, hubiera perdido el registro en 2021.
El caso es que la banda se decepciona de esas cosas que se hacen en las dirigencias partidistas, en la idea lenta de que militantes, seguidores y simpatizantes no se dan “color”.
Tienen los ejemplos cuantitativos a la vista –PRI, PAN y PRD-, y siguen en la misma.
Por sexenios se ha dicho que el abstencionismo no es un hecho aislado o inconsciente: es masivo y a la vez una constante; no puede ser una irresponsabilidad ciudadana, y contrariamente debe verse ya como parte del resultado electoral.
Eso conlleva a que existan representantes populares con bajo porcentaje de votos con relación al padrón electoral del distrito o municipio de que se trate, pues los más no logran el 30 por ciento del listado nominal a su favor, como sucedió en casi 180 distritos federales en 2021, años en que en lo general la participación fue de 52.6 por ciento.
¿Y el otro 47.4 por ciento que no votó, qué interpretación merece?
No cuentan, dicen, cuando las instituciones políticas son financiadas para motivar el voto –México se gobierna bajo un régimen de partidos-, y no se puede fingir demencia ante la realidad: no convencen a millones de mexicanos, y es grave, porque cuestan y mucho en prerrogativas leoninas, cuyo techo financiero asciende a los 10 mil 444 millones de pesos para 2024, o sea 53.86 % más, en comparación con el monto que se aprobó para el 2018 –que fue la anterior elección presidencial-, el cual fue de 6 mil 788 millones de pesos.
La discusión sobre el particular es vieja: se ha propuesto incluso una segunda vuelta de votación, que encarecería desde luego la elección, pues nada garantiza que la población que no votó en la primera vez lo haga en la segunda fecha.
Morena llegó al poder –o sea, la supuesta centro izquierda-, en una entidad que ha practicado como pocas la transición desde 2000, y desde esa fecha la sigue practicando, pues luego de hacer gobierno al PRD por doce años, para 2012 optó por el PVEM y un sexenio después, por Morena.
La votación se mueve, pero los políticos mutan: ha sido claro el chapulineo, el cambio –descarado- de camisetas, sin ningún rubor en nuestro estado.
¿Chiapas ha sido laboratorio político, su población manipulada por esa clase política?
¿O contrariamente es gente entendida de lo que quiere?
Porque ya veremos lo que se refleja en el electorado en éste 2024, en que en la entidad se renueva gobernador, diputados locales y presidencias municipales –otra cosa es la elección federal-, y cuyo abstencionismo verificará lo que ese porcentaje opina no solo de los que se propusieron para entrar, sino también de los que salen.
Pero como los que salen ya se van, no les importa. Menos a los que entran: ya ganaron, aunque sea con bajo porcentaje de votos a favor, y un abstencionismo del 48 por ciento, que es incluso más alto que su promedio de triunfo que fue del 37 por ciento –por exponer un ejemplo-, en tanto su opositor logró el otro 15 restante, y entre ambos 52 por ciento del listado nominal.
Obvio gana el de 37 por ciento de la votación, pues la ley dicta “mayoría relativa”, es decir que es legal ¿pero es legítimo?
Porque la otra es que sumando abstencionismo y votos en contra, por el triunfador no votó el 63 por ciento de los electores de ese distrito o municipio.
O sea que legalmente los representa, pero socialmente no. Es ahí cuando aparece el otro factor, la llamada sensibilidad social que se va perdiendo con tanto arribista, tecnócrata político, apadrinados: el trabajo de base del electo, su compromiso con sus representados, y la neta son pocos, muy pocos a los que les “cae el veinte”, y se ponen a trabajar, a recorren los distritos, y gobiernan bien sus municipios.
Por esos pocos sí vuelve a votar la gente, y los reeligen.