Las crónicas de un continuo despertar 

17/abril/2024

Arít León Rodríguez

 

La desaparición de una menor en manos de su madre, podría sonar extraño.

Tal vez ordinariamente lo sea, pero no. Muchas madres desaparecen diariamente, algunas con sus hijos o hijas y son casos que estremecen medianamente a la población nacional.

Aunque a algunas personas lo del secuestro parental les pueda sonar algo raro, es una circunstancia que se da en los casos en los que uno de los progenitores retiene a su hijo sin tener otorgada la custodia y sin consentimiento del otro progenitor ni del propio hijo. Esta situación, en la que se arranca al menor de su entorno habitual sin intención de devolverlo al mismo puede darse tanto dentro como fuera del país en el que el menor vive de forma habitual.

Se debe de prestar una especial atención a la posibilidad de un secuestro parental sobre todo en casos de rupturas dramáticas o conflictivas, también en los casos de desequilibrios mentales de uno de los progenitores o también en los casos en los que el progenitor no custodio tenga antecedentes por violencia de género o incluso haya manifestado en alguna ocasión que se vaya a llevar al menor.

Acá nos hallamos con casos que son complicados y necesitan un verdadero trabajo social, legal y especialmente psicológico.

Cuándo hay casos de madres y padres biológicos que abandonan y esos niños son acogidos por familia, adoptados y mantenidos a salvo y de repente son abducidos por esas madres o padres que les abandonaron, ¿qué hace la autoridad?

Lo que está pasando en el estado, con el caso de una menor sustraída por su madre biológica tras estar con su familia de acogida, adopción y ante el terror evidente de la menor es doloroso.

No siempre parir es la mejor opción. No siempre nos hallamos ante una persona preparada para ser madre o padre. La reacción del menor es la que manifiesta en efecto, si es bien tratado o desea estar en ese núcleo familiar. Una niña está desaparecida desde hace seis días después de que su madre biológica se la llevara.

La madre de crianza, adoptiva, está desesperada en la búsqueda de la hija por la cual ha dado tiempo, amor, espacio, cuidados, y la legalidad tambalea ante los caprichos de una mente inestable que piensa que la seguridad de una pequeña de cinco años está sometida a sus arranques.

He visto esto en otras ocasiones, padres de crianza a los que sus hijos les son arrancados, ante el dolor de ambos –padre e hijo-y la ley no establece facultades reales que les permitan tener una certeza jurídica a la hora en que esos hijos con los que existe una relación emocional seas respetada.

Las familias de crianza son aquellas que han consolidado un núcleo familiar por sus relaciones de convivencia continua, afecto, amor, protección, solidaridad, compresión, auxilio y respeto mutuo.

Los vacíos y complicaciones legales son tan grandes que se siente desesperanza y tardanza en los tramites de adopciones reales, y muchas se realizan “off record” del sistema.

Mal de inicio, pero es una realidad que sucede por la ineficacia de las instituciones y su mal trabajo burocrático en asuntos tan delicados.

El resultado es que muchos infantes pasan la vida en orfanatos y otros en la incertidumbre en el cauce de las emociones inestables de sus progenitores.

Las injusticias que pasan encima de todo, especialmente de las necesidades reales de los menores implicados.

 

¿Dónde está el avance real de las fiscalías involucradas? ¿En serio les importa?

 

En 2021, 7,676 personas de 0 a 17 años fueron atendidas en hospitales de México por violencia sexual; 92.9% de estos casos correspondía a mujeres (7,132 casos). En 89.9% de los casos de violencia sexual que tuvieron lugar en 2020 contra personas de 0 a 17 años en el país, el agresor era un hombre (6,899 casos), mientras que el número de víctimas de violencia sexual entre 0 y 17 años aumentó de 5,497 casos en 2020 a 7,676 casos en 2021; un aumento de 39.6%, según información de Salud, Lesiones y Causas de Violencia, 2020-2021.

La violencia sexual no solamente violenta el derecho a una vida libre de violencia, sino que también vulnera el derecho a la salud física y mental y a un sano desarrollo integral. Las niñas, niños y adolescentes que fueron atendidas en hospitales de México por esta grave violación a sus derechos durante 2020 presentaron como consecuencias malestar emocional (45.5% de las mujeres y 48.3% de los hombres), embarazo (14.8% de las mujeres), trastorno del estado de ánimo (12.3% de las mujeres y 15.3% de los hombres), ansiedad / estrés postraumático (6.5% de las mujeres y 7.9% de los hombres), depresión (2.6% de las mujeres y 0.7% de los hombres), laceración / abrasión (1.6% de las mujeres y 2.4% de los hombres), infección de transmisión sexual (1.3% de las mujeres y 4.3% de los hombres), contusión/magullamiento (1.2% de las mujeres y 2.2% de los hombres), heridas (0.6% de las mujeres y 2.6% de los hombres) y trastornos psiquiátricos (0.4% de las mujeres y 1% de los hombres).

La violencia sexual es una de las que más lesionan el tejido social y que obstaculizan trascendentalmente el desarrollo integral de las personas. La comisión de estos delitos representa una afectación significativa a la esfera personal y social de las víctimas que las coloca muchas veces en escenarios de depresión, distanciamiento social, incluso, muerte.