Sostenibilidad y el sector agrícola

20/marzo/2024

 

Agencias

 

El cambio climático provocado por la actividad humana se hace notar cada vez más en nuestra vida diaria. El verano del 2023 tuvo las temperaturas globales más altas de la historia. Si bien el objetivo de elevar la temperatura global en 1.5 grados centígrados parece un reto cada vez más difícil de alcanzar, es cierto que hay esperanzas de mantener el incremento por debajo de los 2 grados, lo que evitaría algunos de los peores efectos del calentamiento del planeta. Hoy en día se requiere una inversión de 6.7 trillones de dólares anuales hasta el año 2050 para lograr una reducción compatible con el aumento de 1.5 grados (1). La cantidad de inversión actual deberá incrementarse trece veces para alcanzar el monto necesario dentro de siete años.

 

Las metas del Acuerdo de París requieren una reducción a la mitad de las emisiones hacia el 2030, lograr otra reducción a la mitad en 2040 para llegar al carbono neutral en 2050. Además de las inversiones para dejar de emitir gases de efecto invernadero (GEI), estas metas requerirán una remoción activa de estos gases de la atmosfera. Si bien las tecnologías de captura directa están aún en etapas muy embrionarias, las soluciones basadas en la naturaleza son, por el momento, nuestra mejor apuesta para avanzar mientras no exista una opción más costo-eficiente. Por su estrecha relación con la salud del planeta, el sector agropecuario es claramente el más expuesto a los riesgos climáticos, aunque también a las oportunidades que el proceso de descarbonización traerá.

 

Riesgos para el sector agropecuario

 

Los modelos de cambio climático actuales predicen alteraciones meteorológicas no solo crónicas, como las temperaturas promedio y los patrones de lluvia, sino también agudas, como la frecuencia y gravedad de fenómenos extremos como huracanes y olas de calor. En el caso de la lluvia, las sequías más frecuentes en ciertas zonas y las inundaciones cada vez más comunes en otras regiones nos apuntan hacia pérdidas de cultivos, menores rendimientos por hectárea, erosión acelerada y empobrecimiento de suelos por exceso de agua. Las comunidades rurales y los trabajadores agrícolas migrantes serán más afectados que la población urbana en sus ingresos, viviendas y entorno vital.

 

Por otro lado, ya es frecuente ver reducción en la productividad de zonas de ganado bovino y porcino por aumentos en las temperaturas, dado que los animales tienden a ganar menos peso en entornos de calor extremo. También ya es común ver problemas en las cadenas de suministro de alimentos por efectos climáticos en la falta de infraestructura de acopio y logística, al igual que en la fragilidad de productores fragmentados con poco o nulo acceso a créditos y seguros.

 

 

Es por esto que es indispensable que el sector agropecuario invierta en entender sus riesgos climáticos y desarrolle estrategias a la medida de cada sector y geografía para mitigar los daños. En los próximos años será vital dedicar recursos a la adaptación y a la mitigación de los efectos del cambio climático, a crear infraestructura de irrigación más eficiente, invernaderos y criaderos para controlar las temperaturas, obras de captación de lluvia y de canalización y tratamiento de aguas residuales. El esfuerzo deberá ser planeado, priorizado y constante, para que el impacto económico en el sector sea mínimo y la infraestructura esté preparada para el momento en el que lleguen los peores efectos.

 

Oportunidades de inversión

 

Entre las oportunidades más claras para el sector agropecuario están los proyectos relacionados a la descarbonización. Por la amplitud del sector en términos de uso de extensión de terrenos y su interacción con el entorno natural, las soluciones de captura de carbono basadas en naturaleza son claramente opciones para que el sector contribuya a la remoción de gases de efecto invernadero de la atmósfera, en particular del bióxido de carbono. Si bien la primera medida que no viene a la mente al pensar en soluciones naturales es la reforestación, hay métodos innovadores de captura que de desarrollan actualmente y que tienen el potencial de convertir al agro en un potente elemento secuestrador de carbono.

 

La regeneración de suelos, en particular a través de micelio de hongos y el enriquecimiento de zonas de cultivo con biomasa carbonizada, es una técnica ancestral que está probando su utilidad nuevamente. El uso de ésta última técnica en ingenios azucareros está demostrando que se pueden guardar permanentemente grandes cantidades de carbono en el terreno de cultivo. Una vez demostrado el incremento en el contenido de carbono en el suelo de un terreno en particular, es posible emitir los respectivos certificados de captura de carbono, los cuales pueden alcanzar precios de 60 a 70 dólares por tonelada en mercados de países desarrollados, sin importar el lugar del planeta en el que se generen.

 

Otra tecnología emergente es el uso de polvo de basalto, un subproducto de actividades mineras que, al ser esparcido sobre terrenos agrícolas acidificados, reacciona con el agua de lluvia y crea iones de bicarbonato, capturando carbono del aire al tiempo que logra un balance en el pH del suelo.  Estas tecnologías y otras más se irán desarrollando en los próximos años, compitiendo para lograr el menor costo por tonelada de carbono capturada.

 

El financiamiento de la sostenibilidad agrícola

 

Finalmente, un factor clave para el funcionamiento de las inversiones climático en el sector agropecuario será el financiamiento. El segmento de crédito que crece a mayor ritmo en países desarrollados, y además logrando tasas más atractivas que el crédito tradicional, son aquellos préstamos o bonos con objetivos ligados a objetivos de sostenibilidad. Para su implementación, las empresas identifican proyectos de inversión donde tengan la posibilidad de crear un impacto en algún elemento ambiental, social o de gobernanza y se apoyan en el sector financiero para ligar préstamos e invertir en activos de sostenibilidad. En el caso del agro, este reto requerirá de un enfoque especial, con productos innovadores diseñados pensando en la fragmentación del sector y considerando el escaso grado de bancarización rural que tienen algunas zonas geográficas.