En Chiapas es difícil pedir a un gobierno la resuelva en solo seis años; hay un acumulado de un siglo de rezagos sociales y ausencia institucional: se requiere en uno, el presupuesto de varios sexenios para ello.
¿Cómo responder a un Chiapas otrora rural, que se volcó en las tres últimas décadas del siglo pasado, en urbano; antes de cerrar el siglo XX, Chiapas venía arrastrando analfabetismo y rezago educativo, el 22 por ciento del rezago agrario nacional y por lo tanto, conflictos por la tenencia de la tierra, y por miles los campesinos empezaron a emigrar, muchos a Estados Unidos, otros a las ciudades del país, y se hicieron candidatos al desempleo, en una entidad sin transformación y por consiguiente de baja generación de valor agregado.
Chiapas aun requiere de subsidios para su administración, mientras la federación le extrae de sus entrañas petróleo, gas y electricidad, y aparte de eso hubo mala correspondencia por sexenios, so pretexto –ahora sí- con lo que dicta la constitución mexicana, de que esas riquezas del subsuelo son exclusiva propiedad de la nación, y a los chiapanecos solo le daban migajas.
Obvio es que de esos rezagos se dio una pobreza ancestral, la que ha sido aprovechada de muchas formas, hasta en la política por parte de los detractores del régimen, en algo que no es nuevo por parte de éstos, que ahora acusan que de lo que mal entregaron, todo se ha incrementado, como las muertes dolosas; que crece la pobreza, que cae el comercio, y en fin, un escenario de desastre que no es cierto.
Todo con afán electorero.
Casi toda la información es manipulada, tendenciosa, y se cae sola, pero igual logra su objetivo, y merma la imagen de la entidad.
¿Qué ganan?
No afectan al gobierno, sino a Chiapas, pues la presencia del crimen organizado no es la dominante, la gente anda viajando, la entidad no está sitiada.
Pero todo por ganar presencia como oposición, ante la realidad de que apenas se ven.