Si en verdad a Estados Unidos y Canadá les interesara detener la migración, ya lo hubieran hecho, con proyectos de desarrollo que generarían verdaderas fortunas y mucha ocupación, sin menoscabo de violar soberanías y el medio ambiente, como sucede normalmente en el historial neoliberal actual, sea en el Congo o Níger, en África, continente que aun padece las consecuencias del expansionismo, como lo padeció América Latina durante el siglo pasado.
Se justifica entonces el por qué desde otros lares del mundo no entienden cómo, en los países de América Latina exista aún la pobreza y una mala calidad de vida en cientos de millones de sus habitantes.
En el caso de México hay abundancia de litoral, abundancia en hidrocarburos y hay pobreza, abundancia de tierra fértil y agua y no hay autosuficiencia alimenticia.
El sentido y razón de ser de toda nación son sus nacionales, no los intereses creados, que finalmente se superponen a lo intereses nacionales, como sucedió con la energía eléctrica en México.
Por eso se insiste que el o los gobiernos y los partidos de dónde emanan, están contaminados de corrupción: no pugnan en serio por eliminar la pobreza sino por beneficiarse de esa condición, y ello ha generado mucho resentimiento social, que al momento se manifiesta con un alto abstencionismo por el lado político y uno que otro brote vandálico por parte de manifestantes anarquistas por el lado social, que irremediablemente -al parecer- atentan contra la misma sociedad.
Uno de esos ejemplos o más bien, consecuencia, es la migración, la más de las veces derivada de esa pobreza que existe desde hace siglos las Américas, primero explotada por europeos, y luego por EU y Canadá, y a la hora de las correspondencias, nada más no se hace posible.
López Obrador dijo en una entrevista a un medio extranjero, que con 20 mil millones de dólares –sin detalles técnicos-, se empieza a resolver la migración.
No precisó en qué tipo de inversión y en qué tiempo.
Habrá que esperar qué contestan sus homólogos.