Aprovechando la indignación que generó hace casi un sexenio las denuncias sobre la corrupción que explotó políticamente a favor del entonces abanderado de Morena, la candidata de la oposición hace ahora lo mismo, pero sin presentar pruebas de nada, y la cuestión es que es una acusación más, que como todas las anteriores, no han podido generar puntos a su favor.
No aterrizan.
La indignación es el sentimiento que más externan los mexicanos por la enorme corrupción que asoló a la administración pública, y que medró del supuesto progreso que nunca llegó a las clases pobres por décadas, y comprometió las riquezas de la nación con un pacto partidista que dio apertura ventajosa a inversionistas, sobre las riquezas naturales del país.
Esa corrupción gubernamental socavó la estructura social, carcomió la sensibilidad pública y generó flagelos que se fortalecieron ante la indiferencia del poder, que hasta se ha coludido con el crimen organizado como es el caso tremendo de Genaro García Luna, y que los seguidores de la oposición deslizan a modo.
Todo ello ha generado la exigencia de cambios políticos y de políticos, y ante ello la oposición insiste en que, Morena es lo mismo, que la corrupción persiste, y acusa irresponsablemente de todo a los integrantes de la 4T, en su mayoría ex perredistas, seguido de priistas y un leve de panistas, pero también de jóvenes nacidos del 2000 a la fecha, y que no vivieron la era priista.
Ya tiene que los memes en las redes, las notas falsas, las declaraciones incendiarias no le dan resultados a esa oposición que no levanta, esa es la verdad, y persiste en acusar en vez de proponer, de todos los males y equívocos al gobierno, para contar con discurso.
Durante todo el sexenio pasado, manipularon estadísticas, y minimizaron el impacto del crimen, anunciaban avances en esto y aquello con tanto triunfalismo, y de todos modos perdieron en 2018, y siguen perdiendo, y ahí están las cifras electorales del sexenio como testimonio.
No tienen credibilidad, eso es todo.