Tubo de ensayo

16/mayo/2022

 

René Delios

 

No será gobierno alguno el que cambie a México sino lo hacen los mexicanos con sus ideas y su trabajo; ahí está nuestra historia -manipulada a modo, es cierto- como testimonio, incluyendo las tres transformaciones de marras que ahora dice AMLO que incluye una cuarta, por aquello de comparar su triunfo con el de la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Y no son pocos los que se la creen.

Digo, porque creer incluso que es el gobierno el que genera las ideas cuando estas se gestan a partir de las demandas más sentidas –como por ejemplo, ahora con las carencias del sector salud-, para solucionarlas a modo de ampliar su cobertura con miras al beneficio social. y no, tampoco es el gobierno el que genera empleos, el que impulsa el desarrollo: es sólo el que invierte para encontrar las vías de desarrollo, que desde luego gesta ese pueblo entre todos sus sectores productivos e intelectuales.

La cosa es que en ésta nación de corruptos, de depredadores de sí mismos, de individualistas en extremo, nunca se dieron cuenta que un cojo no puede correr: se benefició a los sectores político y empresarial y al social se le dejó rezagado, perjudicando a la clase media alta –la consumidora- y dejando en el olvido institucional no solo a los menos beneficiados -cuando se pudo abatir la marginación con el boom petrolero durante el último cuarto del siglo pasado-, sino que se permitió la corrupción tanto en la clase política como en la administrativa, y obvio también en los tres poderes y tres niveles de gobierno, con la resultante que tenemos una nación corrupta, de jodidos mal intencionados, con dominio económico de unos cuántos, y con seguidores miopes de caudillos y santones que no entienden que, si todos tenemos las mismas oportunidades, sin desplazamiento social, la nación se fortalece, y obvio se democratiza.

Pero como no sucedió, pues aquí estamos de lo peor, y es más, no existieran los que llevaron al poder a AMLO, porque no hubiera habido necesidad de un AMLO que hablara de combate a la corrupción de la que, neta, todos hemos sido gestores y víctimas, y solo basta un paneo a la nación para padecer eso: violencia, inseguridad, extorsión, crimen, homicidios, violaciones, desempleo, hambre.

Ahí están los índices, pues como dicen: los números no mienten.

Para el desarrollo la realidad es que 7 de cada diez empleos los genera la IP, y 8 de cada 10 pesos los invierte la iniciativa privada; si no lo creen ubiquen qué, cada año el gobierno opera con impuestos, y éstos derivan del IVA y ISR del global del PIB.

La idea es que el gobierno solo de servicios, y bueno fuera que no tuviera empresas, pero ya las hay, y se conocen como paraestatales, y las más destacadas son PEMEX y CFE, que según se han tratado de desmantelar para entregarlas a la inversión extranjera cuando, de siempre, por esa corrupción, el gobierno no ha podido administrar como se debe los bienes de la nación.

 

Hasta China concesionó dominio y sus empresarios en un cuarto de siglo –como en Singapur- la hicieron potencia: el gobierno es mal comerciante, es insensible. Por ejemplo, Pemex, no es negocio tienen sexenios; si hubiera concesiones esos concesionarios velarían por sus intereses y como en el caso de las autopistas, mantendrían una política de rendimiento, pero la corrupción perjudicó todo, desvirtuó todo, cosa que no pasa en Asia en dónde tanto en China como en Singapur, la corrupción se paga con la vida.

En México eso no puede ser: somos muy humanos, aunque millones en su pueblo vivan en lo inhumano de la miseria.

No, en México no, incluso puedes burlar a la justicia, ampararte a un padrino –y más si es el presidente- y librarla sin problemas, y en el colmo de la buena suerte, conseguir fuero en el Senado.

Sí, así pasa en un México según en los tiempos de la anti corrupción.

Parece cosa de cuento ¿No? Pero esa es otra historia.

La que nos llama es la que nos lacera: retóricas populistas que ponen adversas a una realidad globalizadora, cuando eso no tiene porqué pasar, o ser así, cuando México debe crecer en el libre comercio y para ello, contar con una línea de producción desarrollada, con infraestructura de transformación competitiva –mínimo que genere sus insumos-, porque de lo contrario, vamos a seguir siendo el área de mano de obra barata dentro del T-MEC.

Si, el taller de atrás.

Pero para cambiar eso hay que encontrar vías de inversión que permitan instalar esa infraestructura para insumos que ahora le compramos a China, para los terminados parciales que se arman en México y luego se envían a Estados Unidos y Canadá.

O no la sabían que en México hay armadoras de partes aeroespaciales, macro motores para navíos canadienses, entre otras presunciones del primer mundo, y que va a comprender maquinaria de profundidad para tierra y mar –de ahí la enorme inversión en la ampliación del puerto de Veracruz- ya pensando en los mega barcos de última generación.

Con el puerto de Veracruz no se metió nadie: ni AMLO, ni empresarios; como que no existe y eso que es proyecto que inició Peña Nieto, y que no ha merecido acusaciones de corrupción y demás parafernalia como pasó con el aeropuerto de Texcoco: Veracruz es el amarre técnico y de nivel por el Atlántico y ya: va a ser competitivo; insisto que México debe iniciar un puerto así en el Pacífico con miras a la sonda asiática, pero no se ve movimiento para ello, porque no hay acuerdo comercial con oriente a la altura del T-MEC.

Así que para lograr un desarrollo participativo, gobierno y empresarios deben platicar; neta que no sé qué celebran de ese pleito bizantino.

La primicia y prioritario es que somos México, todos, no en partes; que integrar nuestros intereses obliga a la regulación y a la vez, a la propagación de ideas, observancia de la ley, y transparencia y rendición de cuentas, así como de responsabilidades sean laborales o fiscales. México no es un asunto de siglas, de personajes, de ideologías: somos una nación de raíces milenarias, discutiendo inmediatismos sexenales, me cae.