Tubo de ensayo

8/enero/2022

 

René Delios

 

El incremento a los energéticos es internacional, pues obedece a un comportamiento mundial en ese mercado, por eso la referencia de que va a ser más barata cuando haya autosuficiencia con las refinerías que se modernizan o construyen -que son otro tema extenso, pues no solo sirven para hacer combustibles dentro de la petroquímica secundaria- es un equívoco; producir el combustible va a costar lo mismo en México que en Rusia, y en caso se abarate el litro, el sobre costo lo tendrá que absorber el gobierno, o sea, subsidiándolo.

Pero todo sea por la imagen del gobierno en turno, o la del mandatario de que se trate: en eso todos son iguales, y requieren o recurren, a medidas populistas por muy costosas que sean.

Insisto que el populismo es un fracaso social y económico; uno de sus entes, el paternalismo, es la practica constante en México para abatir el rezago social desde hace casi un siglo, y nada más no ha dado resultados en ninguno de los sectores beneficiarios a los que, contrariamente, pauperizó, en vez de fomentarles una idea de autosuficiencia.

Contrariamente en lo político creó dos críos nefastos para México: el clientelismo  y el institucionalismo; con el primero afectó a la democracia, pues todos los gremios y organizaciones establecieron acuerdos políticos para con el PRI, a cambio de subsidios, mercedes y privilegios, y con el segundo, dio origen al presidencialismo, una especie de lealtad ciega al presidente -y así, al gobernador, al alcalde, al secretario de estado-, que se hizo modus operandi en la administración pública, y entre ambos estilos dieron origen a la llamada dictadura perfecta, que sí logro un presencia política fuerte, pero corrupta, que desoyó tanto a sus bases como partido, como al pueblo como su elector, por lo que bases militantes como los ciudadanos dejaron caer estrepitosamente al PRI, que no se pudo sostener al inició del siglo XXI.

El populismo demostró con el PRI que es clientelar; forzosamente genera interés en los beneficiarios, que son los que menos tienen, cuando lo ideal es colocar en ellos los elementos necesarios que les permita su desarrollo: el subsidio social no genera progreso, solo dependencia: la derrama económica a los beneficiarios no es revolvente; finalmente va a parar a los proveedores de servicios, locales o regionales, que la más de las veces son comercios locales que no promueven desarrollo ni empleo.

Es decir, el gobierno absorbe ese gasto, y por eso se le llama “a fondo perdido”.

Bajo ese esquema flexible, por sexenios y sexenios se robaron el dinero, canalizándolo a altos funcionarios o el partido, en fin, un gasto discrecional para comprar conciencias y crear lo peor que ha habido en la administración pública, y que aún es un edema en Morena: el institucionalismo a ultranza al mandatario, la secuela del presidencialismo priista -ni negarlo ante el servilismo de los morenistas-, y tenemos los antecedentes en el PRI, luego el PAN.

La carga de la pobreza es tremenda; su costo es muy alto: no solo es un lastre económico, sino también una deficiencia social: exhibe a México como una nación rica con mucha población pobre, explotada y burlada por los propios mexicanos: para el exterior estamos entre las naciones más corruptas del mundo, lidiando entre la inseguridad económica y la violencia criminal, pero culturalmente como pocos países en el mundo, y en América no se diga: al país llegan 33 millones de turistas al año, cifra que comprende los habitantes de varios países del continente juntos.

 

¿Pero a dónde se va todo ese dinero?

¿Qué con las remesas enviadas a México?

¿De a cómo vamos con la cuestión de las exportaciones y el T-MEC?

 

Eso no deriva del populismo, sino de lo otro: el capitalismo, eje central del neoliberalismo que tanto cuestiona el presidente de manera interna y que, en la externa, rige al mundo y desde luego, hablamos del neoliberalismo transparente, jurídicamente bien establecido -como el Tratado de América del Norte-, no del que aplicaron en México -y por mexicanos- desde la administración pública, pues si hubo contratos leoninos a daño patrimonial de Pemex -ductos, petroquímicas, criogenados-, cambios a la ley de electricidad a modo del inversionista extranjero a perjuicio de la CFE -sin inversión seria en 30 años, es decir, el tiempo “conservador”-, eso, los perjuicios al patrimonio, lo hicieron mexicanos, tanto en el gobierno como en las cámaras federales.

La imagen de corruptos por sobre los bienes del país, la ganamos a pulso.

Pero también gestaron el lastre social de la pobreza en 17 millones de mexicanos, otros 35 millones apenas la sacan para medio llevar la “vida digna” con los sueldos vigentes, e imagino que algunos millones de connacionales sí pueden tener buena calidad de vida con sus ingresos y bienes.

Para las elecciones de 2018 el tabasqueño era lo menos malo en las boletas electorales, pero no la salida segura como decía: eso se comprueba a medio sexenio y es lamentable pues, por enésima vez se habla de más en las campañas y eso es demagogia: no va a resolver el presidente AMLO los rezagos sociales acumulados en un siglo, ni va a terminar con un  crimen organizado musculoso y déspota que le hace frente a las autoridades, incluso con mejores armas, y que no respeta la vida de nadie aun sean infantes.

En serio, este México es un asunto de desarrollo, de capacitación, de instrucción y conocimiento, de correcta aplicación de las leyes, no de subsidios y estadísticas nimias de que bajó un punto la pobreza, y se desglose en esas “mañaneras” exhibicionistas, qué bajaron los secuestros cuando suben los feminicidios.

 

Ni al caso.

 

Me regreso: por eso el desarrollo social es a la vez económico; eso permite la competitividad que es el presente y el futuro en el mundo, más allá de la parafernalia populista e incluso cargada de nacionalismos obsoletos ante una globalización real, en la que hay que participar con orden, asegurando los bienes y la soberanía de la nación.

Porque eso de darse la mano, y mirarse con desconfianza como los gringos y chinos, ni al caso, cuando la economía globalizada los ha enredado en intereses comunes que solo ellos pretenden ignorar.

Esa red de intereses globales influyen en los productos, entre ellos los combustibles derivados del petróleo, que fue el origen de éste bodrio, motivado porque leí a un transportista quejarse del precio de la gasolina, y me brincó -así como fingen los gringos y los chinos- porque el combustible no la compran ellos, sino sus choferes -sin derechos laborales-, que tienen que entregar a diario la cuenta y el tanque lleno y el carro lavado a su relevo o al concesionario, aun las unidades estén viejas y hasta den miedo por sus condiciones mecánicas, ante el muy escaso mantenimiento que reciben, y eso salta a simple vista, y más aun cuando ya dentro de  la unidad oyes que le rechina y truena de todo.

Pero esa es otra historia que tiene que ver con las autoridades de transito y movilidad, corruptas -por lo evidente-, a más no poder.