El pragmatismo político lesiona nuestra democracia

6/enero/2022

 

Únicamente la postura firme de liderazgos con visión, militancia con carácter y ciudadanos comprometidos podrán sacudir esta realidad para enfrentar la competencia electoral: Roberto Albores Guillén

 

Colaborador Invitado

 

En México el camino de nuestra democracia es largo y sinuoso; su avance no debe ponerlo en riesgo. Sin embargo, son varias las amenazas en el horizonte. Una de ellas es la fatiga y el desgano social por el agravio de los partidos políticos históricos ante su falta de lealtad, compromiso y abandono de las causas ciudadanas.

Es claro. El pragmatismo se ha apoderado de la vida política nacional y los partidos han abandonado a la ciudadanía y olvidado sus principios ideológicos. Están ausentes del debate nacional y son nulas sus propuestas para la solución de los problemas nacionales que tanto apremian a los mexicanos. La ausencia de ideología pervierte el ejercicio del poder y el pragmatismo destruye la confianza ciudadana. La política, desafortunadamente, se ha convertido en un lucrativo nicho de mercado.

El reconocimiento a estas afirmaciones es delicado, pero indispensable para iniciar la reestructuración de los partidos. La lucha por el poder por el poder mismo es antidemocrática y semilla de las dictaduras. La esterilización ideológica, tarde o temprano, los conducirán al cadalso político.

Al desgaste y falta de credibilidad de la gente en los partidos políticos debemos sumar la falta de autoridad política de las dirigencias. No les interesa ganar para transformar, sino únicamente les ocupa apoderarse de los cotos de poder persistentes y de las plurinominales. En los mecanismos y procedimientos de selección de candidatos predominan el centralismo, la antidemocracia y, por ende, el desaliento de la participación ciudadana.

Para muestra un botón. En el reciente proceso de selección de candidatos del PRI y del PAN el mundo del revés: Hidalgo, con gobierno priista y con reciente triunfo en alcaldías, cede la candidatura al PAN. Mientras tanto, en Durango, gobernado por el PAN, al parecer pretenden ceder la candidatura al PRI. A la basura ideología, congruencia y sentido común con flagrante desprecio a la militancia y a los liderazgos locales, como los gobernadores.

Esta evidente confrontación interna de los gobernadores con las dirigencias partidistas debilita la competitividad de la alianza electoral que enfrentará a Morena, ya de por sí en un escenario complejo. De Oaxaca y Quintana Roo ya ni hablamos. Los partidos ni siquiera hicieron el intento de aliarse para la contienda electoral; son plazas tomadas y cedidas a Morena. Los actuales gobernadores formarán parte del gobierno del presidente López Obrador.

En otras palabras, la actual lucha política electoral de los partidos aliancistas está privilegiando la suma de los contrarios, unidos y atrincherados en la defensa y protección de sus privilegios. Las dos grandes corrientes políticas del país, representadas por el PRI y el PAN, tienen una enorme responsabilidad con la democracia mexicana.

Es lamentable el papel que están haciendo algunos dirigentes al provocar la confrontación y la división. No están a la altura de las circunstancias y no han entendido el momento del país. No tienen sentido de trascendencia. En su pecado político llevarán su penitencia. Son partidos secuestrados y rehenes de sus propias contradicciones, se convierten en testimoniales poco útiles para el desarrollo del país.

Únicamente la postura firme de liderazgos con visión, militancia con carácter y ciudadanos comprometidos podrán sacudir esta realidad para poder florecer y enfrentar la competencia electoral.

México necesita una nueva reforma electoral que, fortaleciendo y respetando la autonomía del INE, facilite y permita el registro de las candidaturas ciudadanas y quite el monopolio del registro a los partidos políticos. Una reforma que regule o suprima los plurinominales.