‘La medicina es mi esposa; la literatura, mi amante’: Chéjov

16/julio/2020

Agencias
A 116 años de la partida del gran escritor ruso Antón Chéjov, el llamado padre del relato breve, su obra es más actual que siempre; las letras lo hicieron inmortal.
Antón Chéjov murió hace 116 años, el 15 de julio de 1904, y su obra literaria sigue siendo lectura obligada.
‘La medicina es mi esposa legal; la literatura, mi amante. Cuando me canso de una paso la noche con la otra”, solía decir,
Nació el 29 de enero de 1860, en Taganrog, Rusia. Es considerado como el padre del relato breve.
Decía el dramaturgo ruso que si en el primer acto de una obra aparece una pistola, en un siguiente capítulo alguien tiene que dispararla.
Fue, al lado de Máximo Gorki, Nicolái Gogól y Aleksandr Pushkin, entre otros no menos importantes, pionero del modernismo ruso. Ha influenciado a centenares de escritores a lo largo de las épocas. Con una narrativa breve y escueta, los microrrelatos y minificciones contemporáneas no pueden arrancar sus raíces de Chéjov. Sus técnicas fueron utilizadas por algunos de los cuentistas de mayor relevancia, ente ellos Hemingway y Raymond Carver.
Escribió más de 200 relatos y 15 obras teatrales; El jardín de los cerezos, la más conocida. Aunque sus novelas y ensayos -2 y 4, respectivamente- son menos reconocidos, incursionó en múltiples géneros literarios. Muchas de sus obras eran caricaturezcos y mordaces trasuntos de la sociedad de la Rusia de la época.
La obra de Chéjov es no poco conocida, pero pocos saben que era un activo y comprometido médico. Sobre este respecto, escribió
“La medicina es mi esposa legal; la literatura, mi amante. Cuando me canso de una paso la noche con la otra’.
Del autor, cuya muerte tuvo lugar a los 44 años por una tuberculosis contraída al atender pacientes, recomendamos el relato La dama del perrito.
Se publicó en las páginas de Excélsior sobre Chéjov: En la historia de la literatura y el teatro, Anton Chéjov es uno de los más trascendentes autores. Centró su atención en la vida cotidiana, en la representación de la complejidad humana desde una perspectiva ajena a todo fundamentalismo o juicio moral. Fue capaz como nadie lo hizo antes, de ahondar en sutilezas de la ética, una “ética sin atributos” en el fluir de sucesos, de diálogos en apariencia contingentes.
Los personajes de Chéjov no son héroes, son hombres y mujeres comunes. Madiárov, personaje de Vida y destino de Grossman, sintetiza: “Chéjov introdujo a Rusia en su vastedad en nuestras consciencias.” Para Chéjov, más allá de las grandes ideas está el individuo, al que habríamos de empezar por respetar, si queremos llegar a algún lado.
Enfrentado a un desgarrador cambio de fortuna en la adolescencia, este descendiente de mujiks vivió consagrado a la medicina. Empezó a escribir para completar sus ingresos, sin proponerse alcanzar la fama.
En El jardín de los cerezos, la última obra que escribió Chéjov, y a la que figuró como “una comedia, casi una farsa” vemos el agotamiento de un paradigma y la llegada de otro, un vuelco en las jerarquías sociales y las formas de relación de los seres humanos con la naturaleza.
Es el arribo de la sociedad industrial. En esta obra maestra se entrevera con el realismo una dimensión de lo simbólico abierta, que va en sentido contrario de la grandilocuencia, de la espectacularidad, en el hallazgo de lo trascendente en lo sutil.
El autor de Tío Vania y Platonov, a 116 años de su partida, se revela más y más vital, provocador, necesario, y a la vez difícil de llevar a escena, porque su capacidad renovadora exige lecturas audaces, imaginativas, lo más posible alejadas de la literalidad, la museografía y la monumentalidad a ultranza.
LEGADO: Algunos de los mejores relatos de Chéjov se incluyen en el libro publicado póstumamente Los veraneantes y otros cuentos (1910). Sus cuentos y relatos cortos más importantes son La estepa (1888), La cigarra (1892), La sala número 6 (1892), El monje negro (1894) y La señora del perro (1899). Entre sus obras teatrales destacan La gaviota (1896), El tío Vania (1897) o Las tres hermanas (1901).
A 116 años de la partida del gran escritor ruso Antón Chéjov, el llamado padre del relato breve, su obra es más actual que siempre; las letras lo hicieron inmortal:
“Sólo durante los tiempos difíciles es donde las personas llegan a entender lo difícil que es ser dueño de sus sentimientos y pensamientos”. Antón Chéjov.