Tubo de ensayo

11/mayo/2020

 

René Delios

 

No será gobierno alguno el que cambie a México si no lo hacen los mexicanos con sus ideas y su trabajo.

Digo, porque creen que es el gobierno el que genera las ideas cuando estas se gestan a partir de las demandas más sentidas –como por ejemplo ahora con las carencias del sector salud-, para solucionarlas a modo de amplia cobertura con miras al beneficio social.

Y no, no es el gobierno el que genera empleos, el que impulsa el desarrollo: es sólo el que invierte para encontrar las vías de desarrollo, que desde luego gesta ese pueblo entre todos sus sectores.

La cosa es que en ésta nación de corruptos, de depredadores de sí mismos, de individualistas en extremo, nunca se dieron cuenta que un cojo no puede correr: se benefició a los sectores político y empresarial y al social se le dejó rezagado, perjudicando a la clase media alta –la consumidora- y dejando en el olvido institucional no solo a los menos beneficiados cuando se pudo abatir la marginación con el boom petrolero durante el último cuarto del siglo pasado, sino que se permitió la corrupción tanto en la clase política como en la administrativa, y obvio también en los tres poderes y tres niveles de gobierno, con la resultante que tenemos: una nación corrupta, de jodidos, con dominio muy rico, con seguidores miopes, que no entienden que si todos tenemos las mismas oportunidades, sin desplazamiento social, la nación se fortalece, y obvio se democratiza.

Si eso hubiera pasado, no existieran los que llevaron al poder a AMLO, porque no hubiera habido necesidad de un AMLO que hablara de combate a la corrupción de la que, neta, todos hemos sido gestores y víctimas, y solo basta un paneo a la nación para padecer eso: violencia, inseguridad, extorsión, crimen, homicidios, violaciones, desempleo, hambre.

Ahí están los índices, pues como dicen: los números no mienten.

Para el desarrollo la realidad es que 7 de cada diez empleos los genera la IP, y 8 de cada 10 pesos los invierte la iniciativa privada; sino lo creen ubiquen qué, cada año el gobierno opera con impuestos, y éstos derivan del IVA y ISR del global del PIB.

La idea es que el gobierno solo de servicios, esto es, cobre impuestos y genere infraestructura que, a la vez, concesione y al final solo quede de administrador de los bienes de la nación.

No de las empresas: hasta China concesionó dominio y, sus empresarios en un cuarto de siglo –como en Singapur- la hicieron potencia: el gobierno es mal comerciante, es insensible. Por ejemplo Pemex no es negocio en tanto no es de nadie pero es de todos los mexicanos; si hubiera concesiones esos concesionarios velarían por sus intereses y como en el caso de las autopistas, mantendrían una política de rendimiento, pero la corrupción perjudicó todo, desvirtuó todo, cosa que no pasa en Asia en dónde tanto en China como en Singapur, la corrupción se paga con la vida.

En México eso no puede ser: somos muy humanos, aunque millones en su pueblo vivan en lo inhumano de la miseria.

No, en México no, incluso puedes burlar a la justicia, ampararte a un padrino –y más si es el presidente- y librarla sin problemas, y en el colmo de la buena suerte conseguir fuero en el Senado.

Sí, así pasa en un México en los tiempos de la anti corrupción.

Parece cosa de cuento ¿No? Pero esa es otra historia.

La que nos llama es la que nos lacera: retóricas populistas que ponen adversas a una realidad globalizadora cuando eso no tiene porqué pasar, o ser así, cuando México debe crecer en el libre comercio y para ello, contar con una línea de producción desarrollada, con infraestructura de transformación competitiva –mínimo que genere sus insumos-, porque de lo contrario vamos a seguir siendo el área de mano de obra barata dentro del T-MEC.

Si, el taller de atrás.

Pero para cambiar eso hay que encontrar vías de inversión, que permitan instalar esa infraestructura para insumos que ahora le compramos a China, para los terminados parciales que se arman en México y luego se envían a Estados Unidos y Canadá.

O no la sabían que en México hay armadoras de partes aeroespaciales, macro motores para navíos canadienses entre otras presunciones del primer mundo, y que va a comprender maquinaria de profundidad para tierra y mar –de ahí la enorme inversión en la ampliación del puerto de Veracruz- ya pensando en los mega barcos de última generación.

Con el puerto de Veracruz no se mete nadie: ni AMLO, ni empresarios; como que no existe y eso que es proyecto que inició Peña Nieto, y que no ha merecido acusaciones de corrupción y demás parafernalia como pasó con el aeropuerto de Texcoco: Veracruz es el amarre técnico y de nivel por el Atlántico y ya: va a ser competitivo; insisto que México debe iniciar un puerto así en el Pacífico con miras a la sonda asiática, pero no se ve movimiento para ello porque no hay acuerdo comercial con oriente a la altura del T-MEC.

Pero quedó claro que hace falta uno: los puertecitos obsoletos para naves de enorme calado desde Chiapas hasta las Baja California no permitieron que un buque trajera desde China lo que se trajo en ocho vuelos desde esa nación como insumos para la pandemia.

Digo.

Así que para lograr un desarrollo participativo, gobierno y empresarios deben platicar; neta que no sé qué celebran de ese pleito bizantino.

La primicia y prioritario es que somos México, todos, no en partes; que integrar nuestros intereses obliga a la regulación y a la vez, a la propagación de ideas, observancia de la ley, y transparencia y rendición de cuentas, así como de responsabilidades sean laborales o fiscales ¡Pues adelante!

México no es un asunto de siglas, de personajes, de ideologías: somos una nación de raíces milenarias discutiendo inmediatismos sexenales, me cae.

Hay que hacer como China e hizo Rusia una vez que se abrieron al capitalismo y establecieron esa como economía mixta, solo que en nuestro México por experiencia lo operativo lo deben de hacer los empresarios, no los funcionarios: la política nunca ha sido buen gerente.

El presidente puede mantener y mejor su política de primero los pobres, que ojala deje de ver como un acto de justicia histórica –pues huele a paternalismo-, y aplique un criterio de justicia social lejos de todo populismo, y sí buscando correspondencia de los beneficiados –salvo tercera edad-, es decir que sea productiva –vía servicio social si se quiere-, en la ideas de que en mediano plazo dejen de depender de “papá gobierno”, imagen que debe de desaparecer.

Y en la última: quedan solo cuatro años de gobierno, pues 2020 es un caso perdido: si la confrontación va a seguir mientras sucede que algún lado doble las manos, se va a perder otro sexenio, como los que van del siglo en que éste país no ha crecido en lo cualitativo.

Se insiste: el crecimiento de una nación se ve en la calidad de vida de su gente, y los pobres o marginados de todo derecho social ahí están, 17 millones de 129 millones que somos, y que ya son un lastre cincelado por los que se fueron, no por los que están.

Hoy esos pobres se notan porque les responden, y curiosamente enoja, molesta, cuestionan que se le dé dinero “a los parásitos del país”: por sexenios salieron tan baratos, que un puentecito, un camino de terracería, casas de madera corriente –como las que se hicieron en la selva Lacandona-, se presumieron como actos de justicia social sin precedente.

Así el cinismo, la comparsa, que aplaudían los que ahora se enojan.

Decía; la nación somos todos, incluyendo a los malos –que no es lo mismo que decir criminales-, aún el desagrado, y hay que llamarlos para ponerse de acuerdo, como cuando arreglas la calle del barrio aun te caigan mal los de enfrente.

Así que ni al caso seguir con eso de que la violencia se ha incrementado, la pobreza sigue, no hay crecimiento –y el que hubo nunca aterrizó en esa pobreza: se quedó hasta arriba-, y todo lo demás que se critica y que no existiera sino se hubiera gestado.

Todo eso existe porque lo permitieron por sexenios cómplices, y ahora lo quieren resuelto en dos años.

¡Qué cómodo!

Pero bueno, están en su derecho de protestar, de cuestionar, de minimizar y coincido en algo: no le van a alcanzar a AMLO cuatro años para resolver México, una nación que han reinventado cada sexenio y éste no es la excepción, pero con la oportunidad de conjuntar estrategias, intereses, y sobre todo objetivos.

Si el gobierno busca mejorar los beneficios de los pobres y los empresarios ganar dinero, hay que ponerse de acuerdo, encontrar el cómo, para ver los por dónde y se logre desde una clase trabajadora de buen ingreso, hasta empresarios consolidados, y que el gobierno establezca sin paternalismos, las vías integrales para reducir la pobreza sin tintes electoreros.

Donde sea la mayor riqueza de una nación no solo es su territorio, lo es también el trabajo conjunto y rendidor de su pueblo para hacer al país autosuficiente, eso es lo que necesitamos: producir para tener y vender, que es lo que deja la ganancia, lo que enriquece.

Pero eso no va a pasar mientras siga éste pleito megalómano y egoísta.