Editorial

17/junio/2019

 

Es claro que el Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos externe su preocupación que el gobierno mexicano haga patente la política migratoria de seguridad, al enviar a la frontera sur 6 mil elementos de la Guardia Nacional como contención a los flujos migratorios en colaboración con el Instituto Nacional de Migración.

El largo historial de agravios a migrantes por parte de uniformados mexicanas no ha sido poco.

Es cierto también que los llamados polleros, si no los abandonan a su suerte los entregan al crimen organizado, con resultados tremendos.

El reforzamiento de los puntos de internamiento y controles de verificación migratoria en diversas localidades de los estados del sureste mexicano, sin que haya claridad en sus objetivos, límites a su intervención y protocolos de actuación, es lo que genera la duda y la suspicacia.

La CNDH reconoció que desde finales del año pasado y lo que va de 2019, se han incrementado en México de manera importante los flujos migratorios de diferentes nacionalidades, llegando a cifras que han rebasado las capacidades de las autoridades migratorias.

La respuesta es ahora, sellar.

Eso va  a dificultar la migración segura, ordenada y regular, como lo establece el Pacto Mundial suscrito por los países miembros, incluido México, en Marruecos el 10 de diciembre de 2018 y adoptado después por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, la que no ha emitido juicio alguno al respecto.

Ante la decisión del gobierno mexicano de recibir más número de personas centroamericanas solicitantes de asilo en Estados Unidos de América, en tanto son recibidos por un juez de ese país, expuso que es necesario crear una política integral que no riña con el respeto a los derechos humanos y asistencia humanitaria.

Eso está bien, pero la CNDH olvida algo fundamental: ¿Por qué México debe resolver esos problemas que no resuelven los gobiernos de sus países de origen?

Si tenemos presente los derechos humanos, pero las naciones centroamericanas no acompañan en nada a sus nacionales en éste emigrar al supuesto sueño americano.