Las crónicas de un continuo despertar

16/abril/2019

 

Arít León Rodríguez

 

Los incendios al parecer se llevaron los encabezados este inicio de semana, pero los arquitectónicos al parecer, preocupan más por el simbolismo que lancónicamente representan en una sociedad más ansiosa por entender el pasado y conservarlo, que por lo que el futuro de depara.

 

Increíble o no, hallamos la preocupación histórica de personas que lamentan ya no volver a ver –si es que le vieron alguna vez- a la monumental iglesia de Notre Dame, en Francia, que las llanuras y cerros, junto con la biodiversidad perdida en nuestro estado.

 

Curioso, porque eso si que nos afecta directamente.

 

Los recursos que se activaron para sufragar esta situación difícilmente podrán subsanar a mediano plazo lo que hemos perdido con esta incalculable desgracia.

 

No es solo lo perdido a causa de los incendios no provocados, es lo que perdemos a escalas totales con los que aparentemente son controlados y creados por nuestra necesidad inconsciente.

 

Décadas son las que se ha explicado que la quema y roza afecta de manera casi irreparable hectáreas de terrenos que alguna vez fueron fecundos y cultivables, y que hoy son tan solo despojos agrestes en donde las piedras exponen nuestra propia acritud.

 

Pasar hace algunos años por los imponentes paisajes que conducían a San Cristóbal, es doloroso.

 

Ver esos cerros majestuosos reducidos a piedras resecas, a montes desmontados es ofensivo, ¿Cómo podemos justificar tal alcance de la desproporción?

 

¿Qué resultados a largo plazo tendremos ante este ecocidio?

¿Qué sucede cuando pensamos que las pérdidas son en pos del arte y la cultura cuando la vida misma se está desvaneciendo en nuestras narices y estamos incólumes, creídos de que ese mañana árido y lleno de hambruna no llegará a restregarnos visceralmente nuestra incapacidad de prevención y cuidado?

 

Pareciera que es un juego, pero la realidad es que hemos sido tan fútiles y poco éticos, que en pocos años hemos terminado con lo que hemos podido.

 

Finalmente existen cosas que pueden rehacerse desde los vestigios, una iglesia, un edificio, aunque irrepetible, es reconfigurable.

 

La vida, tristemente no, al menos para nosotros que somos efímeros y por lo visto, flamígeros para nuestro ecosistema, y todo lo demás.

 

¿no será acaso que tanto fuego, no es una simple coincidencia?

 

***

 

Pues bien, acá en México y específicamente en Oaxaca, médicas tradicionales de comunidades indígenas del país así como de Guatemala, Bolivia y Nicaragua, coincidieron en que el modelo económico actual, minimiza y desestima el ejercicio de la medicina tradicional y la partería.

 

Un sistema que ha funcionado por milenios, reducido a nada desde la perspectiva absolutista medica actual.

 

Desestimando claro, el uso de las plantas medicinales, hierbas y otros elementos imprescindibles para el ejercicio pleno de su práctica milenaria.

 

Además de que, de esas mismas plantas es de donde se ha extraído y sintetizado lo que hoy usamos encapsulado y mimetizado en una sola pastilla, que nos cura de manera rápida, pero también genera adicciones, resistencias, y destruye otros órganos que se afectan con el uso.

 

No se andan con rodeos, piden crear reservas celulares de flores, hierbas y plantas medicinales, minerales y animales a cargo de médicos tradicionales de los distintos pueblos indígenas. Después de lo que le dije líneas arriba y con la falta de interés en la conservación de la biodiversidad, es algo importante de considerar.

 

Finalmente pidieron hacer efectivo el Artículo 2 de la Constitución Mexicana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y los instrumentos internacionales y asimismo el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de la ONU en su Artículo 24 sobre el derecho de los pueblos a usar su propia medicina tradicional en su vida cotidiana.