Editorial

19/noviembre/2018

 

Ya tiene tiempo que los caminos de extravío, utilizados por polleros para cruzar migrantes por Chiapas, ya no tienen sentido pues las leyes migratorias han cambiado mucho.

En las chiapanecas le dan completa libertad de tránsito y seguridad en sus derechos humanos, y aún con eso, se registran abusos de policías municipales no solo en la sordidez de la frontera, sino incluso en la capital del estado, en dónde en marzo pasado unos policías del ayuntamiento tuxtleco detuvieron una unidad de pasaje público que transportaba a varios migrantes, a los que les exigieron mil pesos a cambio de dejarlos seguir su camino.

Son estos seres de baja estofa los que degradan la imagen de los mexicanos ante los hermanos del Istmo centroamericano, incluyendo obviamente a la “Border Patrol” mexicana conocida temiblemente como “la migra”, por parte de los centroamericanos osados en cruzar de manera más disímbolas éste país con rumbo a territorio estadounidense.

Viven de todo: hacinamiento en camiones de doble fondo, caminatas terribles y agotadoras por toda la Sierra madre de Chiapas para salir por El Espinazo del Diablo con rumbo a Tehuantepec, todo depende por dónde se entra, o bordear por la carretera fronteriza del sur hasta el Usumacinta, y seguir su cauce tremendo hasta llegar a Tabasco.

O igual subir a Comitán y como otros, aventurarse como si fueran chiapanecos a riesgo del olfato de los policías de todas las corporaciones posibles “celosos de su deber”, que extorsionan, violan, humillan, asaltan a nombre de las leyes de México.

Pero hay otras rutas en el sureste mexicano, entre Guatemala y Tabasco.

Otras historias, recurrentes, otros matices, los mismos hechos: abuso, prepotencia.

Aquí llegan cientos, si no es que miles de indocumentados de diversos países centroamericanos, con la mira de llegar a los Estados Unidos tras una larga travesía en nuestro territorio.

En las calles de Tenosique –como en Tapachula, me dicen- se dejan ver hondureños, guatemaltecos, salvadoreños que deambulan por las aceras pidiendo dinero para comer algo, como ya se ve en Tuxtla, mientras encuentran cómo seguir sus caminos.

En eso estamos.