Las crónicas de un continuo despertar 

23/octubre/2018

 

Arít León Rodríguez

 

México es uno de los países que tiene un mayor contacto con visitantes extranjeros y también es uno con mayor índice de migración en Latinoamérica, cualquiera pensaría que este fenómeno es algo superado o muy tolerado por parte de nuestra población, pero ciertamente no.

 

Sea el modo de vida o los resentimientos a procesos políticos en la historia, genera que como mexicanos seamos resentidos y desconfiados a raíz de nuestra propia discriminación ya sea por el racismo o por el aprovechamiento que sigue teniendo el mercado extranjero ante la poca intromisión de la política por parte del gobierno mexicano.

 

Vamos apenas gateando en educación civil y social, y si bien causa dolor e indignación conocer sobre casos de discriminación, también es cierto que debemos celebrar cuando se trabaja en favor de la inclusión social y no discriminación, ello también debe ocupar espacios en las redes sociales, en los medios de comunicación y sobre todo debemos promover su difusión, especialmente para que se entienda que la migración es una situación que nosotros vivimos a dos vías, en ida y recepción de migrantes.

 

Este fin de semana, más de nueve mil personas, en su mayoría de origen hondureño, conseguía romper la valla de seguridad y el cerco policial de las autoridades mexicanas sobre el río Suchiate y entrar al país.

 

El resto, un contingente más numeroso, permanece aún en el puente entre ambos países con la esperanza de poder cruzar en los próximos días en su camino al norte. “Queremos trabajar, queremos un mejor futuro, queremos llegar a Estados Unidos”, decían los primeros inmigrantes que cruzaron la frontera.

 

Encontrándonos en un país xenófobo, y entendiendo por la xenofobia aquellas actitudes, prejuicios y conductas que rechazan, excluyen y a menudo denigran a las personas extranjeras o las que por prejuicio o estereotipos se cree que lo son, nos hallamos con opiniones encontradas y hasta acciones de violencia y clara discriminación contra los viajeros.

 

Estos actos discriminatorios se agudizan cuando se ejerce en contra de niñas, niños y adolescentes, mujeres ya que pueden sufrir violaciones a sus derechos humanos en varios niveles.

 

Por más que lo neguemos, una de las razones principales de este rechazo social es el clasismo y el racismo con el que como sociedad funcionamos, actitudes ligadas de intolerancia que enfatizan la xenofobia y favorecen su reproducción.

 

No nos extrañemos, aparte de ser un pueblo ignorante de los derechos civiles propios y ajenos y el Estado de Derecho en muchos sentidos, resultados de la Quinta Encuesta Bianual a Públicos y Líderes en México sobre Política Exterior y Relaciones Internacionales, realizada por el CIDE, revelan que al menos 46% de la población creen que las personas extranjeras que viven en México debilitan las costumbres y tradiciones nacionales.

 

Claro, considerando que somos grandes impulsores de nuestras propias culturas, y que respetamos y fomentamos la transmisión de la herencia cultural de los pueblos originarios.

 

La costumbre de odiar por odiar, hace de las suyas una vez más, en lugar de buscar medidas más concretas ante una situación que no podemos soslayar y que no sabemos cuándo nos toque vivir.