Arít León Rodríguez
Violín, rayada o reclusa negra son los nombres comunes de las especies de la reclusa Loxosceles. La araña violín cuenta con una marca en forma de violín que apenas se ve en su abdomen y vive en lugares ocultos, prefiriendo evitar a los humanos. Aunque vive en las casas construye nidos en áreas apartadas como en armarios oscuros, sótanos, cobertizos y garajes. Son arañas nocturnas y no muerden a menos que se les provoque.
Esta es la araña que ha comenzado a preocupar a la población después del reporte de un menor picado por un espécimen en esta ciudad capital.
No es una araña que sea de recién descubrimiento en el estado, en el ZooMAT, desde hace muchos años, existen ejemplares en la casa de insectos, en donde explican su hábitat y costumbres, expuestos a la vista para conocerles mejor.
El problema es que, no nos informamos, desconocemos -o lo olvidamos- que la “casampulga” de la cual hablan los ancianos, es la araña violinista ó violín con su manchita roja en el vientre que hoy nos horroriza.
Siempre han estado entre nos.
Ciertamente, son animales que se habitúan a vivir en rincones oscuros y llenos de humedad.
En casas donde es común amontonar cosas, objetos ya sin uso, y basura, estas arañas pueden encontrar un hogar bastante cómodo y favorable.
En caso de ser mordido por algún insecto, no deje pasar tiempo ya que las toxinas que este insecto inyecta -hasta en sus pelillos que pueden generar llagas en la piel- pueden ocasionar la muerte.
Lo que si es cierto es que un insecto que llega a producir 30 mil huevos en su etapa adulta, estamos bastante desprotegidos.
Desde el 2013, la Secretaría de Salud junto con un laboratorio llamado Silanes, presentaron el antídoto al veneno de este arácnido, el cual fue desarrollado tras diez años de estudio, razón por la cual la COFEPRIS y la Secretaría de Salud dieron salida al mercado al antiveneno.
El cual no existe en nuestra ciudad, y es difícil de encontrar en otras, a lo que nuestras autoridades deberían reforzar ese vacío ante la evidente incidencia de su reproducción y los riesgos que se corren al estar en contacto con estos insectos, ya que la última ocasión -la semana pasada- hubo que traer el antiveneno desde Tapachula.
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Siempre me he preguntado quienes sancionan a los médicos -y medicas- que simplemente no llegan a su lugar de consultas en los servicios públicos.
Las personas se desplazan desde muchos lugares fuera de Tuxtla Gutiérrez, y algunas que viven aquí, sufren un delicado estado de salud el cual no creo que mejore estando horas esperando a que el médico le reciba, para recibir un “hoy no va a venir, su cita se pasa para el mes siguiente”.
Eso le paso a una muy querida amiga el día de ayer con su padre en el hospital del ISSTECH.
Un anciano de más de 82 años con un cuadro de pie diabético preocupante llegó a su cita en el hospital en mención, al cual le citaron para ser atendido por el internista Nicolás Fú, el cual no asistió y, como suele suceder en esos lares, se les notificó al anciano y a su familia hasta las 4 de la tarde, tan solo mencionando que llegaría un “sustituto” a cubrir sus pacientes.
No se la hago larga, a las 5 de la tarde, supieron que no llegaría nadie porque el sustituto venia de San Cristóbal y la carretera estaba bloqueada -lo cual no fue tal- y entonces le dijeron (después de las ocho de la noche) que sería atendido a fin de mes.
Claro, la familia de Roberto Pérez Carpio, entró en una sincera desesperación, además de sentir el frio de la ofensa que diariamente cometen estos servidores públicos que se autoentintan de intocables. En este caso, de no ser por la acción directa del Director General del ISSTECH, don Roberto quien sabe si podría sobrevivir a este episodio, pero ¿cuanta gente se muere porque al doctor en turno se le atravesó una fiesta?