El jueves por la tarde, en la Terminal 2 del Aeropuerto de la Ciudad de México, la gente se arremolina para verle de cerca, para que les firme cualquier objeto; algunos improvisan con libretas de la escuela y otros con mayor conocimiento, ya le esperaban con las playeras que lucen el ’49’ en el dorsal, su número con los Gallos Blancos.
Dinho no pierde la sonrisa, a pesar de apenas acumular 30 minutos en el Clausura 2015, aunque se perfila como suplente ante Veracruz, sinodal que le hará los honores al Querétaro, en la compleja cancha del Luis Pirata Fuente.
Después de las fotografías y de posar con los fans, el astro brasileño sigue con su camino. Ante el asedio de la prensa, el atacante responde con un guiño. Sigue caminando, pero en silencio. El antiguo ’10’ del Barcelona cuida lo que dice como si se tratara de proteger el balón en la cancha.
Delante de Ronaldinho, Antonio Naelson ‘Sinha’ y Ricardo Osorio se mofan del aparatoso operativo de seguridad que incluye la presencia de su compañero, y el primero en mención le pide que rompa el silencio con los reporteros que aguardaron: “habla con ellos, mudo”, le reitera el mundialista en el 2006. Ni se inmuta. Ronaldinho se mantiene en silencio y le devuelve una sonrisa a la distancia a Sinha. Así es él. Camina despacio pero rítmicamente, como si condujera el esférico.
Antes de instalarse en el área para documentar su maleta, la que lleva desde que bajó del camión, Ronaldinho firma un par más de autógrafos. Repite los guiños del principio y apenas si levanta la mano en forma de despedida. “Es especial, excelente”, afirma Tiago Volpi, portero y compatriota de Dinho. “No le gusta hablar con la prensa”, sintetiza Yasser Corona. El brasileño prefiere comunicarse en la cancha.