Todos, absolutamente todos, tenemos rasgos tóxicos. Imaginar una vida sin que alguno de nosotros haya cometido algún error o no haya tenido una actitud negativa consigo mismo y con los demás es más que una misión imposible. El ser humano no es perfecto y siempre va a tener defectos más o menos visibles, aunque en gran medida reconocibles. El problema radica en el momento en que una persona no reconoce esos rasgos o actitudes como tóxicas, y adopta una forma de vida y una estructura habitual de pensamiento en la que los demás siempre son los culpables de todo. Bernardo Stamateas, psicólogo y autor de superventas como Gente tóxica o Emociones tóxicas, define a las personas tóxicas como “adictos emocionales con muy baja empatía que necesitan hacer daño a los demás para poder sentirse bien”.
Stamateas cree que el miedo y la culpa son las dos emociones básicas que utilizan para manipular a los demás, y lo hacen “de una forma premeditada, consciente y reiterada”. Por su parte, la psicóloga clínica y técnica en educación emocional, Maria Dolors Mas, matiza que “las personas suelen ser tóxicas dentro de relaciones interpersonales como la familia, el trabajo o las relaciones amorosas, contexto en el que hacen daño a través del desgaste, la intimidación, la culpa o haciendo ver que los demás no existen”. Ambos psicólogos coinciden en señalar que, en la sociedad actual, hay dos tipos de perfiles tóxicos que han ido a más y que pueden ser fácilmente reconocibles en nuestros círculos íntimos habituales: los narcisistas y los psicópatas.
Egoísmo y poder
El narcisista es el que popularmente se conoce como una persona egoísta: “No se cree la mejor obra de Dios, sino se cree directamente Dios”, explica Stamateas. El autor define a este tipo de gente como “personas que se ponen en el centro del universo y a las que los demás tienen que rendir agradecimiento y satisfacer sus deseos y caprichos porque se piensan que es una bendición que les puedan tener como parte de su vida”. El conferenciante añade que “son personas superficiales, caprichosas y que pueden llegar a ser muy agresivas verbalmente cuando los demás brillan o no le reconocen sus logros”.
La psicóloga Maria Dolors Mas afirma que “es asombroso ver cómo este tipo de persona ha ido a más”, y añade que “pueden llegar incluso a desarrollar algún tipo de patología como la dismorfofobia (la fobia a ser feo) o a convertirse en adictos a la cirugía estética”. Para la terapeuta, los medios de comunicación son los principales culpables del auge de este tipo de perfil: “Presentan un modelo de persona en el que si eres alto, guapo y delgado vas a ser un símbolo de éxito a todos los niveles. Se hace una reducción tan absurda que se está dando lugar a que el narcisista haya ido a más”.
El otro perfil de persona tóxica que ha ido al alza en los últimos años el que se ha catalogado como psicópata y que va más allá del retrato de persona que conocemos por las series o películas policiales. Bernado Stamateas define al psicópata como “aquella persona que ama el poder desde cualquier ámbito y los demás se convierten en objetos de usar y tirar. El autor explica que “no establecen límites afectivos, no respetan los límites, son impulsivos y no sienten grandes remordimientos cuando hacen daño a los demás”. Stamateas completa la descripción de los psicópatas con este análisis: “Son personas que no toleran la frustración y que viven cualquier límite que le pongan como un robo de libertad”.
Cultura consumista
Ante el crecimiento de personas con estos dos perfiles, los profesionales de la psicología han tenido que abrir consulta a personas que con estos rasgos o, de manera más habitual, a gente que se ha visto afectada por la toxicidad de sus relaciones. Stamateas achaca esta tendencia al modelo de sociedad que estamos construyendo en los últimos años: “Nuestra cultura se basa cada vez más en el consumismo, inventan cosas que convertimos en necesidades y hay una preponderancia del individualismo”. Para el autor, “todos estos valores individualistas y consumistas generan un tipo de cultura en la que se pierden los vínculos amorosos y se potencian los rasgos tóxicos”.
El psicólogo habla de dos tipos de relaciones: “Una es la basada en el yo te doy y recibo a cambio, que es la que más funciona en el trabajo, y luego está las que se basan en dar sin esperar ninguna contrapartida, sólo por el placer de dar”. Stamateas cree que “tenemos que construir una cultura más amorosa, que construya más vínculos sanos y huya del toma y dame”.