Tubo de ensayo

17/diciembre/2019

 

René Delios

 

Cualquier evento violento en la entidad se magnifica, a lo mejor pensando que antes no pasaban cuando tienen tiempo sucediendo en escala de bajo impacto, y que igual no eran del conocimiento público contrario a hoy en que se cuenta con las redes sociales, que dan cuenta de los hechos de manera inmediata, y aun lo lamentable de los casos, no llegamos a índices altos de –repito- lamentables homicidios dolosos, incluyendo los feminicidios.

 

Las redes sociales contribuyen a la difusión de los sucesos, y desde luego se vuelcan en una vorágine –con mucho por morbo- que en la mayoría de las veces comprende desinformación que se da como cierta, y hacen suponer que la entidad está en manos de la delincuencia organizada.

 

Ni idea lo que es eso, a los grados de la región Olmeca de Veracruz, Acapulco y tierra caliente, Cancún y la región turística o el llamado triángulo dorado incluyendo Culiacán, en Sinaloa, por citar unos cuantos de los puntos verdaderamente alarmantes, en dónde cuadrillas armadas ultimas policías, soldados, ciudadanos en mala hora en los puntos de enfrentamiento.

 

Desde luego que bueno fuera que no sucediera nada en Chiapas, que los malandrines y asaltantes no existieran en el estado, pero al momento dentro de lo malo –que muestra desde luego inseguridad- los asaltos a restaurantes o negocios no terminan en muertos, como sí sucede en casi todos los casos de las ciudades referidas, e incluso en sus calles, y en eso aun lo nieguen- la Ciudad de México destaca.

 

Chiapas tiene problemas mayores que sus índices delictivos, y son sus rezagos sociales, derivados de ausencia institucional de años, aparte de la corrupción del que lo hicieron manjar sus gobernantes.

 

Un ejemplo a bote pronto es que en su comparecencia, la secretaria de Medio Ambiente dijo que después de dieciocho años en que no se realizaron operativos de inspección a unidades cargadas con trozas de madera, éstos se reiniciaron.

 

¿Cómo?

 

O en el otro sentido: sus conflictos en no pocos municipios, que no solo impiden la tranquilidad social, sino que ralentizan la aplicación de programas de beneficio destinados a mejorar la calidad de vida, y todo por las disputas internas que buscan el control de los beneficios “para su gente”.

 

Asuntos político agrarios, situaciones de divergencia religiosa, en fin, cosas que se dejaron crecer por años, y que solo se paliaron con minutas momentáneas que la más de las veces ni se cumplieron, reviviendo los enconos y hasta enfrentamientos que derivan en desplazados, algo que denota el nivel de intransigencia e intolerancia, maquillados con el pretexto sucio de “los usos y costumbres” en no pocos casos, por los grupos caciquiles.

 

Casi todo eso en zonas indígenas, que han merecido atención directa y abierta desde la secretaría de gobierno, que expone a la ciudadanía sus actividades de gobierno interior, antes a puerta cerrada.

 

¿Por qué pasó eso en Chiapas más que en otras entidades?

 

Porque se contaminaron los problemas o se dejó que así fuera, en aras de intereses millonarios y hasta momentáneos, como las contiendas electorales, buscando que quede el o la del equipo.

 

La cuestión de la inseguridad en Chiapas tiene especial atención desde hace varios sexenios: se podría decir que es de lo mejor que se cuenta y esto de acuerdo al termómetro nacional de referencia, el Inegi y demás instituciones.

 

Desde luego que no deberían de pasar, pero delincuentes hay, posiblemente bastantes, en creciente, y eso sí es asunto que deben de enfrentar las instituciones del ramo -sea la fiscalía o seguridad pública- para que no se disparen esos índices en nuestro estado, considerado “tranquilo” dentro de la media nacional.