Tubo de ensayo

2/diciembre/2019

 

René Delios

 

Con el evento del Zócalo en la Ciudad de México, terminó el otrora día del presidente.

No había nada como el informe para el despliegue del presidencialismo todo en México, con invitados especiales de todas las latitudes, la exaltación al culto a la personalidad, en la que cada sector, medio informativo, grupo u organización de la que fuera, hacía lo necesario por hacer notar su lealtad al mandatario.

Eso termina, lo cual es bueno en términos populares, porque el triunfalismo característico del presidencialismo, se mantiene: nada está mal; todo va perfecto, y eso no es cierto.

No está el país al cien, como sería su deseo, aunque es cierto que en su primer año de gobierno sacudió las estructuras del Estado mexicano, aun las diferencias que tuvo con no pocos colaboradores que incluso renunciaron al proyecto de “Primero la gente”, y la oposición tremenda ante la perdida de mercedes y privilegios.

Propone un México: “justo, una sociedad mejor”.

Pero eso no se logra por decreto.

Todos los mexicanos tienen que trabajar en eso ¿Pero será que a través de becas y apoyos directos?

Se reconoce que sea sin líderes políticos como intermediarios y con diferenciada prioridad hacia los pueblos indígenas, pero al final social y hasta rural, los indígenas son como los mestizos, finalmente campesinos. Se les tiene que impulsar productivamente, sin afectar su organización social –de acuerdo- pero participes de los modos reales de comercialización de su producción ¿Si no cómo?

Los programas sociales son el eje popular -aunque no se diga la palabrita oficialmente- del gobierno de López Obrador, operados fundamentalmente por la Secretaría del Bienestar, que en éste 2020 alcanza un presupuesto récord de 181 mil millones de pesos.

Los programas son: Crédito Ganadero a la Palabra, Tandas para el Bienestar, Nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez, Beca para el Bienestar de las Familias, de Mejoramiento Urbano y Vivienda, Beca Universal, Jóvenes Escribiendo el Futuro, Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida, Bienestar de las Personas Adultas Mayores y Pensión para el Bienestar de las Personas con Discapacidad Permanente, y que fueron apoyados con todo gracias a la mayoría de la coalición Juntos Haremos Historia en la Cámara de Diputados, que no le cambió ni una coma a la propuesta del Ejecutivo Federal.

Es tan importante para López Obrador la justicia social que, días antes de este primer aniversario, envió una iniciativa para que algunos de estos apoyos tengan obligación constitucional.

¿Pero la gente va a responder?

Porque la realidad es que esos dineros no salieron de la nada; se sacaron de otros, que se vieron afectados, como ciencia, tecnología, academia y cultura, vinculables con el desarrollo propio para diseñar nuestra tecnología y el fortalecimiento de la identidad nacional, es decir, la que la interpreta, investiga, describe.

¿O no?

A la pobreza hay que erradicarla, ciertamente, pero con estrategias que a corto plazo deje de ser dependiente no del estado, sino de los contribuyentes; esa pobreza debe paliarse de tal manera que en breve tiempo puedan los menos beneficiados de siempre, producir su propio proyecto, y crecer sin el paternalismo del estado, porque la dependencia sigue oliendo a explotación electorera de la pobreza, en el caso de que no se vean mejoras sustanciales, mínimo para 2024.

El proyecto social del mandatario es para los de abajo, que tengan recursos para poder resolver sus necesidades inmediatas, en la idea de que puedan contar con los suficientes –no con lo necesario- recursos para enfrentar su situación y buscar opciones de desarrollo.

Porque si se quedan estancados ni al caso: sería un fracaso.

Con todo y eso no se pude hablar aun “vamos bien”: la corrupción persiste, la violencia también: el crecimiento económico sino a la baja, no ha presentado mejoras importantes, y aunque ciertamente la economía no colapsa tal cual lo señalan hasta instituciones como el Inegi, la verdad que el indicador mayor que es el peso, no se devalúa como sucedió recurrentemente en sexenios pasados, y eso es bastante en un cambio de gobierno, sobre todo el cómo -esa  es la verdad- entregaron las finanzas públicas, la situación social, que los opositores cuestionan como si eso se resolviera en un sexenio luego de dieciocho de corrupción tremenda -por hablas solo del siglo XXI- que se vivió en éste país.

Sigo, porque si hubiera sido lo contrario, no se hubiera dejado ni violencia, ni narcos, ni crimen organizado, ni corrupción que tanto satanizan hoy sin ver lo de ayer.

La cuestión en términos reales es que el crecimiento debe ser integral, si se da sectorial ralentiza la participación de los otros, y requerimos como nación que todos los sectores sientan la confianza en su gobierno.

De ahí que se convoque a la unidad para 2020, lejos de un discurso de enfrentamiento, de discordia e inquina, porque eso es lo que también muestran los contrarios al mandatario con sus posiciones negadas a reconocer que, la derecha conservadora y la izquierda tradicional, nada más no la hicieron en su oportunidad, y ya ni se diga el PRI, hoy moderado en su posición frente a éste primer año del mandatario mexicano.

La mejoría se tiene que ver, no que decir: es el primer año, ciertamente, pero en el segundo las políticas tienen que reflejar resultados.

Es un año administrativo y crucial con miras a 2021.

Fue claro el apoyo de sus seguidores, que como haya sido hicieron presencia en el zócalo de la Ciudad de México, para expresar su apoyo al mandatario, y desde luego, destaca la presencia de gobernadores indistinta siglas, que manifestaron su apoyo al presidente, entre ellos el gobernador de la entidad, Rutilio Escandón y la diputada Presidenta de la Mesa Directiva del Congreso del Estado de Chiapas, Rosa Elizabeth Bonilla Hidalgo, militantes de Morena.

Desde luego toda la pléyade de legisladores chiapanecos de su partido, que tienen que hacer fortaleza con el titular del Poder Ejecutivo que es de sus mismas siglas.

Entre eso aparece lo dicho por la diputada Bonilla Hidalgo, sobre todo en materia social, para a los menos beneficiados y la población vulnerable, que se entiende es proyecto medular del sexenio para reducir las diferencias, pues se insiste que, si bien se ha hablado de crecimiento en otros gobiernos, con los triunfalismos recurrentemente vistos, éstos no se reflejaron ni en el salario mínimo de entonces.

Y no es mentir.

¿Entonces en qué beneficiaba a las masas y a los más necesitados esos índices de crecimiento?

En nada.

El punto es que si bien ahora eso cambia a favor de los menos beneficiados, no se puede descuidar a las otras clases económicas, que son las que aún crean, transforman.

Son las que no son dependientes y mucho menos parasitarias, y son a las que hay que seguir impulsando en la inversión, porque el gobierno no está generando empleos.

Al contrario: está adelgazando a la administración pública, una posición que práctica hoy el neoliberalismo mundial, apoyado en la tecnificación.

Por eso es la iniciativa privada la opción, la vía generadora de empleos, que se transforma en contribuyentes.

En fin, eso es lo que hay que hacer con la pobreza: transformarla de tal manera que alguna vez pueda ser en vez de un lastre, contribuyente.