Tubo de ensayo

6/abril/2020

 

René Delios

 

Hay los días que quiero deslizar los temas políticos.

Hay cosas de mucho sustento, que lamento no sean expuestos pues en la entidad tenemos pensadores que pueden hacerlo con calidad, pero no encuentran los espacios o no se los brindan pues, la palabra, el conocimiento, parece no ser prioritario salvo en el cómo, desde el gobierno, lo estén pensado.

Por eso insisto que en Chiapas la cultura se fractura.

No seré el que descubra el hilo negro con lo que es Octavio Paz, pues la poesía no es mi especialidad aunque sí el encuentro con la filosofía del tiempo y la historicidad de la cultura.

Por ejemplo en Piedra de Sol transporta la sustancia y esencia del Calendario Azteca, a la sensibilidad de sus creadores pero a la vez, a la fuerza de quienes lo cincelaron con esa precisión milimétrica que la hace única y llena de misterio y sabiduría adquirida por el pueblo águila.

Recuerdo que Ezra Pound acusaba a los poetas de principios del XX de efectistas; para el poeta gringo perseguido en su país por comunista, no se tenía “que obviar la cosa” como hacían cientos y cientos de poetas en el mundo, solo uno que otro lo lograban; el verso libre tomó fuerza a partir de los Poetas Malditos que allá en el XIX rompieron con el parnasianismo –retórico hasta la madre-, que incluso en Francia chocó también con el periodo de la “Ilustración”, época en que la libertad de expresión en los impresos tomaron la importancia inherente que tienen hasta ahora.

Quiero decir que la poesía ha sido siamés del pensamiento libertario.

Volviendo a la misma vaina, a finales del XIX surgió en Francia –decía- un movimiento conocido como Simbolismo, que viene de la tendencia de expresar la realidad a través de símbolos. Obvio es que chocó con la tendencia anterior llamada Parnasianismo que propugnaba la vuelta a las formas clásicas y, eso está claro en el nombre mismo: Parnaso, que recuerden era el lugar donde residían las musas inspiradoras de la Grecia antigua.

La cosa es que esa corriente, también atacó con todo el romanticismo literario llegado de Inglaterra con Víctor Hugo, pero también al subjetivismo que crecía plásticamente con Cezanne y Maine y ya no se diga el socialismo artístico que venía de Rusia con sus colores pastel. La oposición al Simbolismo no logró su objetivo e incluso se fue hasta América en dónde la locura expresiva y poderosa de un Walt Whitman, se concatenaba al conceptualismo estético de un Español como Picasso –que adoptó en sus épocas rosa y azul, la influencia llegada de Rusia- y ya ni se diga los inicios del sensacionalismo con Jack London, quien por primera vez coloca en El Llamado de la Selva –desde la India-, a animales como protagonistas.

En la expresión, el Simbolismo introdujo un aspecto totalmente revolucionario: el verso libre. Los poetas dejaban así de estar sujetos a las normas de la métrica; estaban más interesados en percibir la realidad a través de los sentidos y en transformarla en poemas llenos de símbolos, sugerencias y resonancias musicales e incluso lo increíble: la metáfora.

Se liberó a la palabra –y a la literatura toda-, y de ahí siguieron los privilegios de la vista en los lienzos, la percepción del oído, púes hasta la música se liberó de sus ataduras clasistas y clasicistas, y las expresiones populares empezaron a ser captadas y expresadas por los intelectuales que encontraron en el pueblo la riqueza que aún no se les acaba.

La gran figura del simbolismo fue Charles Baudelaire –quien no logró ver lo que provocó en el mundo intelectual-, que precedió a un grupo de brillantes poetas: Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Tristán Corbiere, Jules Laforgue y Charles Cros. Con ellos nació también el mito del artista bohemio, decadente y profundamente crítico con la sociedad de su tiempo. O, en otras palabras, los Poetas Malditos a que me refería líneas arriba.

Regresando al asunto, para cuando Paz nace el nuevo siglo no estaba reciente –nació en 1914-; pero tuvo la fortuna de tener un abuelo brillante que lo acercó a la literatura y a la poesía, pero sobre todo a su vanguardia –para ese entonces el verso libre ya tenía casi medio siglo de practicarse, pero en México el verso rimado seguía siendo el amo con Juan de Dios Pesa y otros-, que no sería aceptada hasta mediados del siglo XX.

Es pues que en México la resistencia al verso libre fue igual que en Europa -aunque no se crea: el clasismo como ahora la moralina ante la cultura gay, se imponían con todo por un arte conservador-, pero me imagino que los hubo progresistas y Paz creció en esa influencia de los amigos de su abuelo Ireneo –abogado, historiador, escritor y periodista-, quien a pesar de ser connotado, era de alta tendencia popular, y es por eso que –me regreso-, su nieto absorbió –y mantuvo- toda esa conceptualización en su posterior formación y aterrizó alguna vez en el tema Piedra Sol, parte del origen mexicano, expresión del origen mexicano, óptica del origen mexicano antiguo –como El Laberinto de la Soledad del mexicano popular-, raíz en parte de lo que somos y desde luego, de la cosmovisión que heredamos como pueblo de pueblos milenarios, por los que aseguran que México es una nación de naciones.

Obvio es que la generación del 27 venida de España, impactó bastante en México; huían del franquismo arrasador -que cobró la muerte de Federico García Lorca-; todos esos intelectuales, artistas, creadores influyeron fuerte en México, y desde luego ayudaron a dejar muy atrás a la métrica en la poesía; hasta Chiapas, por ejemplo, llegaron personalidades -y para siempre- como Don Andrés Fábregas Roca -sí, el padre de Andrés, antropólogo chiapaneco de fama-, que valía por cien y aún en cientos de sus alumnos resuena la erudición.

Reitero: no redescubro nada; es un sencillo homenaje a Paz, que me ha hecho entrar en –y pasar a- su mundo maravilloso, ya más allá del tiempo y del espacio –multiplicado –¡Ahí se encuentra la metáfora!- en cada libro de cada casa en que su voz es pronunciada.