Tubo de ensayo

18/febrero/2020

 

René Delios

 

No es difícil entender por qué suceden estos feminicidios o crímenes de odio en contra de niñas o mujeres por todo el país, cuando padecemos anexo una violencia real que genera más de tres mil muertes dolosas al mes, en hechos en el que participan mayoritariamente, abrumadoramente, hombres, que de alguna u otra forma, carecen de todo respeto a la mujer, por lo que sea, y que amerita u obliga a establecer una estrategia de concientización, una verdadera campaña que redunde en el intelecto, más allá del concepto lerdo de hacer justicia una vez dado el hecho feminicida.

 

Se debe actuar entre varones, desde ahora.

 

O ¿Estamos en descomposición social?

 

Aún recuerdo cuando, juraban en gobiernos pasados que México no se colombiarizaría y la verdad es que estamos peor, incluyendo un gobierno que pide a sus elementos de seguridad que respeten los derechos humanos de quienes no respetan el derecho humano, y ni tienen ningún rubor en asesinar infantes.

 

México es un país de zozobra, de inseguridad especialmente para mujeres, víctimas del odio, la trata, los narcos y secuestradores, de un crimen organizado que está desatado, y lo peor, desafiante a la autoridad que, para colmo, le ofrece garantías esperando que la bondad subsista aún en “su lado oscuro”.

 

A la delincuencia le interesa el dinero; lo que pase en ese lapso para conseguirlo es lo de menos, y aún se hable de incrementos en la trata de blancas, traficantes con seres humanos, narcos, violadores y asesinos –que van al unísono-, pues hay que respetar sus derechos humanos pues, si por equivocación se les ajusticia, los vengadores a mano propia se van a ir a la cárcel por asesinos de un asesino.

 

No sé si el mandatario crea que, convocando a la buena fe de esas personas se va a resolver el que, quienes actúan de mala fe, se vuelvan buenos seres humanos, y lo cuestiono porque eso no va a pasar, pues los compromisos de esos ilícitos ya son incluso internacionales.

 

O se van a componer nada más porque el mandatario lo pide, aún a  riesgo de la vida de elementos de seguridad, que más que la verdad en corto y en largo se quejan de que les atan las manos y los tratan cual ganado en los traslados, en tanto –aseguran los superiores- se construyen los cuarteles de la Guardia Nacional por todo el país, para que su trabajo sea digno.

 

Pero mientras se anuncian esas obras, se denuncian hechos increíbles que nos desnudan a los mexicanos ante la opinión pública internacional, como chacales, depredadores, asesinos en aras y pos del dinero, aparte de que nos ven como una de las naciones más corruptas del mundo, y que por ello está pagando las consecuencias, y cuya población dividida no encuentra un punto coincidente por dónde presionar un gobierno de a medias, preocupado por la pobreza, su balancín en el populismo que niega, mientras el desgate nacional es real.

Tangible.

 

La percepción de la gente no es la que creen en palacio nacional, y ya son cientos de miles los que sino arrepentidos de su voto, si se han decepcionado por los pocos resultados a un año del sexenio, sobre todo porque el presidente habla mucho, a diario, y a un año, el tabulador estadístico de propuestas-logros nada más no le favorece, y menos con la retórica de culpar al pasado cuando eso lo sabemos los mexicanos que, deseamos de una vez cerrar ese capítulo mandando a arrestar a ese pasado, porque su tres antecesores viven y muy bien, aún.

 

Digo, si tanto es cuestionar lo que pasó.

 

La nación pide justicia, seguridad, bienestar. Pero lo último no va a llegar con referencias, con decretos, sino con lo primero: justicia y anexo lo segundo: seguridad.

 

La realidad mexicana se reseña en los medios y deriva de hechos, no de inventos, no de notas falsas, pues la manipulación de contenidos por parte de medios o algunos líderes y ciudadanos, se ve, es obvia. No, no es esa la información que pesa, sino la que pasa, la que se carga como sociedad, esos laceros que nos hostigan a diario, y que nos hace lamentar los sucesos como el de Ingrid, como el de Fátima, mujer y niña que no merecían morir y menos en esas condiciones infrahumanas, por parte de chacales que, perdón, merecen mi concepto de respeto a sus derechos humanos, pues el gran Tlatoani así lo indica.

 

Atada, la sociedad solo se entera de las desgracias, y a la vez se queda esperando que la autoridad humanitaria haga ya algo notable, y no se distraiga -o aproveche- las nimias, como un avión o un desalojo de normalistas, que toman a modo para desviar la lente a una rifa, o a Chiapas -para que se investigue y se haga justicia-, cuando diez asesinatos diarios de mujeres y niñas -aparte la cuota tremenda de los asesinatos dolosos- nos muestran como un pueblo bárbaro.