Las crónicas de un continuo despertar 

24/junio/2020

 

Arít León Rodríguez

 

El gobierno del estado de Oaxaca informó que suman cinco las muertes derivadas del sismo de 7.5 grados suscitado en Crucecitas, Oaxaca.

 

Las defunciones de cuatro hombres y una mujer se registraron en las localidades de Santa María Huatulco, San Juan Ozolotepec y San Agustín Amatengo.

 

En cuanto a los heridos, el gobierno local indicó que hay unas 30 personas.

 

El gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, informó que solicitó la declaración de emergencia para alrededor de 50 municipios con el objetivo de acceder a recursos del Fondo de Desastres Naturales (Foden).

 

Aun cuando en Chiapas no se registraron considerables pérdidas, la población quedó en evidente alerta.

 

No está de más: a muchas personas en el país el temblor de 7.5 les hizo salir de sus hogares sin medidas de precaución, miedo a estar en casa y terror a salir a las calles.

 

Menudo dilema.

 

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Por otro lado,  México alcanzó los 23,377 decesos por COVID-19. Además hay 191,410 contagios acumulados desde que se detectó el primer caso positivo el mes de febrero.

 

En el país hay 24,387 casos confirmados activos, los cuales representan la epidemia activa en el país.

 

Hay 251,355 casos negativos, 59,106 sospechosos, y un total de 501,871 personas estudiadas.

 

Esta conferencia vespertina es la número 116, y que es el día 23 de la “nueva normalidad” bajo el semáforo epidemiológico de color rojo en 15 estados, incluyendo la capital y con 17 estados en alerta naranja, ya sabe, esas mentiras que ni ellos, ni nosotros creemos: justo ayer, un vecino se desplomó en su casa a las 7 de la mañana, hiriéndose seriamente la cabeza y la atención médica acudió hasta las 16:00 horas.

 

Aun cuando pese al tiempo pasado estaba vivo, su respiración cada vez era mas deficiente y es altamente probable que el COVID sea la causa de su accidente, y así infinidad de casos

 

Así que ¿cual mejora existirá que creen que estamos bajando en los índices de contagio?

 

Ninguna, simplemente nuestras vidas no son trascendentales.

 

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La violencia de género como forma de discriminación es, pues, algo más que una cuestión circunstancial. Se trata de un primer paso en la lucha por erradicarla y un compromiso por parte de la Administración de no quedar al margen de lo que se califica como “uno de los ataques más flagrantes a los derechos fundamentales como la libertad, la igualdad, la vida, la seguridad y la no discriminación proclamados en nuestra Constitución.

 

Además sabemos que es un obstáculo para el pleno desarrollo de las mujeres y de la sociedad.

 

De este modo, se reconoce en la ley que los poderes públicos no pueden ser ajenos a esta lacra social e invocan a la Constitución, pero también a las demandas del Derecho Internacional para justificar la urgencia de proporcionar una respuesta global a la violencia que se ejerce sobre las mujeres.