Las crónicas de un continuo despertar   

6/junio/2020

 

Arít León Rodríguez

 

A veces me preguntan porque en mi forma de escribir no apuntalo con una daga el cuello de determinada persona. Lo hago, a mi modo. Me gusta dialogar, desde estas letras comentar algunas ideas que atraviesen el papel, sin ponderarme como alguien que conoce el vórtice de todas las verdades. No es tal. Sin embargo, si existen cosas que son urgentes mencionar, son mencionadas con el nombre de quien certeramente debe ser mencionado. Vivimos en un mundo que expone las cosas con suma rapidez, y no todo es tan fácil de entender a simple vista.

Por ejemplo, podríamos decir que el VIH ha aumentado increíblemente en el contagio de personas jóvenes en Chiapas. En niñas de 13 años embarazadas, tristemente.

Me consta que existen personas activamente partícipes de la difusión de la información y la cultura de la prevención y contención del VIH, como Alejando Rivera Marroquín, por ejemplo.

Pero en casa, en redes, está el problema. Necesitamos eliminar tabús para salvar vidas, llamar a las cosas como lo que son. Aceptar a quienes están a nuestro alrededor como lo que son: seres humanos que deben ser responsables de su sexualidad, merecedores de nuestro respeto y tolerancia.

 

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Las lluvias siempre muestran una gran parte de lo que somos.

Somos asquerosos, desorganizados y bastante negligentes, es increíble la cantidad de basura que anega las alcantarillas y discúlpenme, no hay labor municipal que pueda contra eso.

Se hacen campañas de concientización y capacitación acerca de los residuos sólidos que desechamos y la gente sigue tirando basura de manera irresponsable.

Por la ventanilla, mientras caminan, en el lugar donde venden, el mundo es su basurero.

Las alcantarillas no dan para más.

Claro las personas perjudicadas son aquellas que viven en condiciones sencillas, teniendo casas de madera y lámina. ¿Existirá algún protocolo para enfrentar catástrofes de esa naturaleza? Porque no dejan de talar los árboles y no se ve tanta reforestación por aquellas zonas, y las montañas ya están como las de acá en Tuxtla y que están cercanas a las caleras Maciel, mordisqueadas y partidas.

Duele ver cuanto nos están quitando.

Entonces, ¿Quiénes resultan perjudicados?

 

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Tengo meses sin ver televisión.

Pago el servicio de cable porque, ya sabe, algunos programas de calidad infantil no están en televisión abierta y porque necesito internet, pero salvo honrosas excepciones, la televisión no es una opción muy prometedora en casa.

De acuerdo con el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), los niños mexicanos son quienes más televisión ven en todo el mundo, con un rango de 4 horas con 34 minutos. Los alemanes ocupan el último sitio, con una hora y 33 minutos. El 95 por ciento de los hogares mexicanos cuenta con televisión y el promedio de consumo es de nueve horas y 25 minutos.

Ahora. ¿Como quejarse?