Las crónicas de un continuo despertar 

13/marzo/2020

 

Arít León Rodríguez

 

Las diferencias de ingresos han continuado aumentando en los últimos 20 años con el consiguiente efecto negativo en los segmento socioeconómicos más bajos de nuestras sociedades.

Las investigaciones muestran que cuanto más grande es la diferencia de ingresos entre los miembros más pobres y los más ricos de una sociedad, tanto más altos son los índices de mortalidad infantil y adulta, y tanto más baja es la expectativa de vida para todos los miembros de esa sociedad, sin importar el nivel socioeconómico.

La pobreza está asociada con el aumento de personas sin hogar, el cuidado infantil inadecuado, los vecindarios inseguros, y las escuelas con escasos recursos.

Además, factores ambientales negativos tales como agentes contaminadores y carencia de agua potable tienen efectos perjudiciales en el desarrollo mental y físico que perpetúan y contribuyen a la pobreza.

Aquellos que viven en la pobreza tienen más de 3 veces las probabilidades de no tener seguro de salud. La carencia de seguro médico accesible, incluyendo cobertura de salud mental o de abuso de drogas, impide la salud y bienestar.

Panorama destructor, ¿cierto? Entonces, ¿deberíamos sorprendernos de que la inseguridad vaya a la alza?

 

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¿Alguna vez se ha preguntado que significan tantos nuevos términos acerca de las identidades sexuales y definiciones en las vidas de las personas que antes les llamábamos él o ella? Hablando con un maestro jubilado –que no entiende ni pio acerca del tema- me decía que el hasta su entender las personas se definían en varón y mujer, y homosexuales. Punto final.

Explicar eso en una escuela le resultaría imposible. No lo pudo hacer con sus hijos y menos con hijos ajenos, aún recuerda un episodio que le sucedió a un compañero en una escuela de educación para adultos cuando entro a la temática de biología y osó -las beatas de la sagrada caridad le perdonen- y  se atrevió de decir pene frente a las señoras alumnas.

Tremendo zafarrancho que se armó. Las señoras que aunque conocidas del tema, se alarmaron y ofendieron con la fresca y vulgar expresión del maestro, y alarmadas porque también era maestro de niñas y niños por las mañanas, casi se pusieron en huelga de hambre en la dirección acusando al hombre de ser, en definitiva un pervertido.

Exponer esos temas, no, gracias me decía sonriendo. Lidiar con madres y padres, y su violencia desgasta, además de que necesitas capacitaciones, entender muchos detalles que la verdad, no me interesan, ¿para qué si yo no soy así?.

Eso, claro que me dejo pensando y un sabor agrio en la boca, ya que justamente esos padres y madres reaccionan violentos ante la información por la falta de ella.

Qué curioso y palurdo panorama. Esto va más allá de decir que simplemente nos quieren atarantados, dominables, sucumbibles. Es mencionar que la intolerancia es la marca de agua en nuestro pensamiento.

No es mentira, la intolerancia es mayor ante menor sea el acceso a la educación, porque la educación no solo es “la puerta que abre loas paramos de la ilustración” sino que simplemente acostumbra al cerebro a recibir diferentes tipos de estímulos y adaptarse a ellos.

Eso hace la educación en nuestras mentes. Las adapta a cosas nuevas y criterios diferentes, y se espera que se realice sin satanizar ninguna teoría.

El explicarle a una persona que su ideología religiosa no tiene que ser aceptada e impuesta a todas las personas que les rodea y que los roles de identidad sexual y sexo no son algo que se escojan de manera sencilla y que eso no está ligado a la fe y perversión requiere que exista cierta preparación.

Pero odiar y atacar es de lo más sencillo. Repetir conductas y patrones que se enseñan en las casas y calles. Se horrorizan algunos de que a los infantes se les enseñe que valen como personas independientemente de la pareja que escojan y que tan largas usen las uñas o el cabello, porque eso no les hará mejores estudiantes o peores profesionistas realmente pero no se molestan ante abusos y criticas burdas a otras personas por su apariencia, peso, estatura y claro, orientación sexual.

Hoy, las cosas están tomando definiciones ante tantos siglos de silencio. Es una realidad que si algunas personas no comparten pueden respetar, deben hacerlo porque no solo la ley lo establece, si no porque es la libertad de otras personas.