Las crónicas de un continuo despertar

11/enero/2020

 

Arít León Rodríguez

 

Como recopiladora de historias, un elemento y testigo nimio de los acontecimientos cotidianos, debo decir que el día de ayer, ha sido de los más dolorosos que como elemento social podría sentir.

Como persona que vive en un Chiapas ya poco reconocible, como ciudadana, como mujer, es indecible la que hemos soportado y seguimos viendo empeorar día a día.

Leyes laxas, autoridades insensibles y poco interesadas en la contundencia de los alcances de sus efectos, agresores libres al cabo de un puño de años, reincidiendo, lastimando, hiriendo, penetrando los cuerpos de nuestras niñas y desechándolos como basura, mutilados, heridos, destrozados.

Una pésima visión social, oídos sordos ante el clamor ardiente de quienes han perdido a sus hijas e hijos por la violencia, especialmente la feminicida, los violadores pederastas que entran a la cárcel como si fuese una falta administrativa y salen antes de lo soportable, más violentos, más agresivos, más cínicos.

Terrible México, como permites que tus hijas están muriendo en manos de la escoria que debería quedarse encerrada en una prisión y que compra sus escapes de un sinfín de modos, donde culpas a los videojuegos de deformar la mente de niños que balacean a otros niños en la escuela y no a las autoridades, a la escuela misma por no tener psicólogos de planta, por no darse cuenta de la falla terrible que estas cometiendo al silenciar esas voces que en más de una vez debieron pedir ayuda, por dejar que cualquiera acceda a las infancias sin un control estricto, resguardados por sindicalismos fundamentalistas y retrógrados que encubren a abusadores y crean nuevos con deseos de venganza.

No es posible tanto dolor anegando nuestras calles, vivir con miedo cerval, zozobra y tanta ira.

No es posible que un sujeto agresor salga libre a violar de nuevo como si nada, y a los que quieran sancionar sean a los que le prendieron fuego, tras decapitar a una niña de seis años.

Atavismos en regresión, solo son sinónimo de un estado fallido, de corrupción, de indiferencia, de niños que consideran factible y valido cargar un arma y percutirla, de niñas que desaparecen, de hartazgo y dolor.

Pues este, es tan grande como cualquier otro, pero tan evidente, tan cruel, dos niñas asesinadas porque las autoridades no sirven, porque salvo muertas a las autoridades no les preocupa su integridad, porque minimizan su dolor, hasta que las matan, un ciclo nefasto y execrable.

En serio no hay palabras para tanta indignación, para tanto horror, para la vergüenza.