Las crónicas de un continuo despertar

27/junio/2017

Arít León Rodríguez

 

El 130 y la pachanga electoral.

Antes, como bien sabrá México era territorio católico. Hipócritamente como siempre sucede, la gente presumía y hacía gala de una fe que –tal cual sucede ahora- dejaba colgada al salir de la obligada misa dominical ó como pasaba en otros sexenios, de los cultos de turno.

Pero ya en el ámbito legal, en los primeros años de la Independencia nacional, los textos constitucionales (siguiendo el modelo de la Constitución de Cádiz) hicieron obligatoria la religión católica y excluyeron de la titularidad de ciertos derechos fundamentales –detallitos, como la ciudadanía- a quien no la asumiera como propia y la practicara. Ser blasfemo era el equivalente a ser indígena ó negro en ese México.

Vea usted.

A partir de 1855, con el triunfo de la Revolución de Ayutla, de signo claramente liberal, las cosas comenzaron a invertirse y se llegó a emitir una serie de leyes que le quitaron todo el poder a las agrupaciones religiosas, al grado de no reconocerles ni siquiera la personalidad jurídica, entre otras cuestiones muy relevantes.

Con los constituyentes, entre 1916 y 1917, surge el artículo 130 constitucional, en el cual separa a la iglesia del estado. Pachangón que se debió armar en el desinteresado Vaticano, ya no había tanto ni de dónde sacar, lo que ya usted, y yo. Y todo mundo sabemos.

Las iglesias no tenían la propiedad de los terrenos de las iglesias, no podían más liderar escuelas, los cultos sólo podían ser dentro de las iglesias, y los extranjeros no podían ministrar, entre otros detalles.

En 1992, cuando, a través de una completa reforma al artículo que comentamos, se instaura un régimen de reconocimiento jurídico de las iglesias y confesiones religiosas, pero asegurando al mismo tiempo una separación de la religión con respecto al Estado y realizando una serie de apartados, de los cuales extraigo dos que me interesan más en esta ocasión:

“ c) Los ministros de culto no podrán ejercer el derecho de asociación en materia política, ni hacer  proselitismo en favor o en contra de algún candidato, partido o asociación política.

 

  1. d) Tampoco podrán, en reunión pública, en actos de culto o de propaganda religiosa, o en publicaciones que tengan ese carácter, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones; ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios. “

Pero, poco a poco, especialmente en estas épocas, ministros y sacerdotes, han hecho una burla de lo establecido con claridad en las leyes. A nuestro gobierno le ha faltado mucha entereza para hacer valer la ley.

Se meten a opinar acerca de asuntos legales como el matrimonio igualitario, el aborto, elecciones, como si supieran de convivencia emocional en pareja, gestación y preñez.

De política saben, muchísimo. A eso se ha dedicado su empresa durante muchos siglos. Resulta ofensivo cómo lerdos opinan de asuntos que no les concierne, haciendo un ridículo de cosas “religiosas” muy privadas. Candidatas en pleno show espiritual, fotografiadas en pleno frenesí espiritual justo en los días de campaña, otras ostentando sendos rosarios enredados en las garras, y no faltan los obispos -doctos en ciencias políticas- enseñándonos a liderar el país.

Circo, payasos, teatro y una bola de espectadores que no reaccionan.

Lo decía Jesús, según la Biblia.

Kaj li diris al ili: Tial redonu al Cezaro la proprajxon de Cezaro, kaj al Dio la proprajxon de Dio.

Que en Esperanto, una lengua neutral y auxiliar internacional, no pertenece a ningún país y es la más hablada en el mundo con éstas características, su traducción sería:

Entonces les dijo: Pues dad á César lo que es de César; y lo que es de Dios, á Dios.

Lo puse en Esperanto, porque en español, al parecer nunca lo han entendido.