Editorial

26/junio/2017

 

Tiene tiempo que la ciudadanía se preguntaba cómo era que no se le hacía frente a los ordeñadores de los ductos de combustible, cuyo lucro desmedido en cientos de millones de dólares, desde luego eran de llamar la atención en una nación que supuestamente se rige por leyes, y en la que más que la verdad, se demoraron por mucho tiempo acabar con esos parásitos de la nación.

En semanas pasadas más de 275 mil litros fueron incautados en nueve estados del país, pero nada como lo sucedido en Tabasco la madrugada de ayer domingo, en que un combinado de ejército, policía federal y local, rescataron doscientos mil litros en una bodega gracias a una llamada anónima.

Obvio hay detenidos, y bastantes en éstas semanas que ya dirán los nexos y conexos que tienen para vender ese combustible, que desde luego se debe de expender a través de gasolineras establecidas las que, no deben ser suspendidas, sino que deben otorgarse a instituciones altruistas, en vez de que se deterioren por demoradas investigaciones o procesos judiciales.

Los llamados hauchicoleros son unos delincuentes.

Roban a la nación y con ello a los mexicanos, pero a la vez, son parte de una extensa red delincuencial que en asociación delictuosa con expendedores, han contaminado mucho el comercio de combustibles.

Si se consigue el combustible más barato con los huachicoleros ¿para qué comprarlo a Pemex?

¿Hasta cuando pensaban que en la petrolera se dieran cuenta que en determinadas gasolineras bajaran sus índices de compra, en especial en zona de ordeña de ductos?

Como dijera Rubén Blades en su “Pedro Navaja”: hasta para ser maleante hay que estudiar, y los expendedores que compraban o compraron combustible robado, ya deben estar bien ubicados.