Editorial

22/mayo/2017

 

Aparte de los gobiernos mexicanos desde el federal hasta los municipales, sumadas las oligarquías, cacicazgos políticos, económicos, sindicales, gremiales; y la falta de programas y talleres de capacitación dirigidos a medios y periodistas, así como a funcionarios públicos del área, genera muchos vicios que incluye el mecanismo de control de los medios a través de la publicidad.

Obviamente eso lo han observado los grupos delictivos que han comenzado a desarrollar estrategias de comunicación a través de medios tradicionales y redes sociales, que convierten a periodistas en instrumentos de comunicación para los criminales, y si se quiere fingir demencia sobre esta realidad, pues ni hablar, pero esta pasando, entre otros riesgos a conveniencia como el “hablandamiento” para conseguir jugosos contratos o puestos claves.

He leído de todo por estos días, en torno a los asesinatos; nada en torno a la situación de desempeño de los periodistas.

“Chayoteros” apuntan muchos que ignoran la tremenda explotación laboral aun la profesionalización evidente; algunos medios pagan centavos por nota informativa, y desde luego ninguna prestación o derechos laborales a que tienen derecho.

En lo laboral el primer elemento en contra es el de los ingresos precarios, y una ausencia total de prestaciones sociales —ni servicios médicos, ni derecho a Infonavit, ni al ahorro-. Un ejemplo de esto fue Gregorio Jiménez, periodista de Veracruz asesinado el 11 de febrero de 2014, quien percibía veinte pesos (1.3 dólares) por nota publicada.

De acuerdo a la investigación “Violencia, impunidad y corrupción contra la libertad de prensa en México”, de Armando Rodríguez Luna y Patricia Quintanar, en México se da el contrasentido de que, a mayor número de periodistas con carrera universitaria, la mayoría de quienes laboran en medios, simplemente no se capacitan.

Eso repercute directamente en la calidad del periodismo realizado.

Y ello los vuelve vulnerables en contextos de corrupción y violencia.

La otra es la división gremial: “En prácticamente todo el país prevalece la división entre periodistas debido a diversas razones como desconfianza, posiciones ideológicas, individualismo, entre otras.

Los efectos más negativos para la libertad de expresión y la libertad de prensa en el país, derivados de lo anterior, son la censura y la autocensura, así como el miedo y la desconfianza”, se indica.

Eso es la principal causa de su vulnerabilidad: “El grueso de los periodistas en México no tiene conciencia sobre la importancia social del periodismo. Muchos de ellos trabajan como informadores porque no tienen otra opción laboral, condición que no los motiva a capacitarse y profesionalizarse porque carecen de la vocación que requiere cualquier ejercicio profesional”.

Pero esto justamente es consecuencia de la falta de una política de Comunicación Social de Estado.

Debería ser el Estado el primer interesado en capacitar a sus periodistas, porque de eso depende la calidad de la democracia que se genere.

En fin, que con todo esto y más, lo único que generamos los periodistas y el Estado son muertos, a quienes todos olvidan tres días después de la última nota informativa sobre su ejecución.