Editorial

30/diciembre/2020

 

Sea por la pandemia o no caer en calidad de buitres, pero los partidos de oposición al presidente han sido prudentes en sus críticas últimamente, y eso ha incluido a sus tradicionales opositores en el rubro económico como la Coparmex.

 

Ni el PRI, que es el partido que acaba de perder el poder, el que ciertamente vive una de sus peores crisis parecida solo a la de dos mil, con un dirigente que no convence del todo a sus militantes, mantiene prudencia, pese a que sus pensantes saben que va a estar difícil que AMLO puede levantar éste gobierno con los males padecidos que en realidad son acumulados en un siglo de corrupción a destajo.

 

Todos esos problemas de nación, con sus efectos tremendos en la calidad de vida en millones de nacionales, va a complicar que en cuatro años que le quedan a la 4T logre cambiar -si no logra congeniar internamente a sus fuerzas económicas y productivas-, la vida nacional.

 

Y no es pesimismo sino una cuestión de armonía simple, como en una familia en la que todos se coordinan para sacar adelante a sus integrantes.

 

Solo que la familia mexicana se acostumbró a otro modelo de gobiernos, en dónde el sentido social se individualizó: cada sector se ocupó de sí, y el gobierno federal quedó como una especie de coordinador, pero a la vez fue muy mal administrador, y las consecuencias son notables, aunque haya los que insisten en que todo eso lo provoca la actual administración.

 

Obvio es que la clase otrora beneficiada, reciente ahora que los dineros no fluyen hacia ellos igual que antes; que el cambio hacia los que menos tienen es mantener a parásitos dependientes del presupuesto sin producirlo y desde luego -y más en éste tipo de crisis económica derivado de un factor no esperado como la pandemia- aseguran que el mandatario está comprando votos.

 

Es curioso, pues esos programas con distinto nombre por sexenio, tienen más de medio siglo.