Editorial

4/noviembre/2020

 

No han sido pocas las ciudades del país que se han visto en la necesidad de actuar con medida cautelar, clausurando antros y cantinas que no han respetado las medidas protocolarias de control de acceso, como ha sucedido en lugares turísticos como Acapulco y Cancún, que demuestra la poca prudencia de dueños y consumidores, aún la incidencia del contagio presenta un rebrote en seis entidades e incluso en Chihuahua la situación obligó a retornar a semáforo rojo.

 

En la Ciudad de México, la óptica es otra, y es reducida la reapertura de bares y centros nocturnos con límite de aforo, en tanto en Hidalgo se mantiene en semáforo epidemiológico en naranja, sobre todo en el valle de Tulancingo, en dónde fueron clausurados antros, bares y salones de fiesta, porque tampoco acataron las medidas sanitarias para prevenir contagios de covid 19,  pues en el exceso se organizaron desde fiestas de Halloween hasta eventos de lucha libre.

 

En Chiapas pasa algo parecido, sobre todo en Tuxtla en dónde dueños de antros, discotecas y hay que decirlo, los consumidores no respetan sana distancia, obvio el límite de capacidad, y no hay que esperar a que se de un rebrote para volver como en algunas ciudades del país, al semáforo naranja e incluso rojo, y eso obligue al cierre no solo de antros y cantinas, sino del comercio en general.

 

Tenemos el ejemplo europeo, sobre todo en España y Francia, en dónde bares y cantinas tuvieron que cerrar a los quince días de reapertura, por el descuido de la gente en no respetar la sana distancia minimizando la presencia del virus, aún su letal paso por el mundo.

 

¿Es necesario que eso suceda en Chiapas, en concreto en Tuxtla y otras ciudades en dónde permiten que los espacios de venta de bebidas alcohólicas, estén al tope?

 

Esperemos que se actué en consecuencia.