Editorial

5/octubre/2020

La nueva generación no tiene la culpa del cómo está México, pero paga las consecuencias de los que generaron esas condiciones de ausencia institucional, desplazamiento social, corrupción e inseguridad.

 

Es a la vez generación que no lee, que no se entera de los cómos y porqué de su nación, por lo que es fácilmente manipulable y cae en el uso de los llamados fake news, y mientras unos defienden otros culpan al presidente que caen en megalomanía.

 

Versiones en favor y en contra han hecho de las redes un campo de divisiones en vez que de coincidencias, y en vez de desearle al mandatario que encuentre la forma -mínimo- de alcanzar la transparencia, que se considera es la primera vía para combatir la corrupción desde su gobierno, sus contrarios buscan entorpecer en lo posible sus logros.

 

¿Por qué? ¿Para qué?

 

La corrupción es la madre de todos los demás flagelos sociales que padecemos, sí, incluyendo la inseguridad y la peor: la pobreza.

 

Así que esos compas amlovers o fifis -incluyendo al presidente López que gusta de atizar las brasas- no contribuyen en nada enfrentándose en las redes.

 

Para empezar AMLO no va a renunciar; para proseguir, AMLO no va a solucionar en un sexenio, todo el desorden mexicano acumulado pústulas sociales desde hace cien años.

 

Así que hay que meterle ideas para logros alcanzables a éste asunto mexica, y exigir -y exigirnos- como pueblo la transparencia al gobierno, para no gastar en proyectos huecos y de relumbrón.

 

En cuanto a nosotros como pueblo estamos de preocupación

 

¿O no se han puesto a pensar que esos del crimen organizado son mexicanos –igual que los que saquearon a México-, y que los que asaltan en carreteras o asesinan mujeres lo son también?

 

Le cuelga para resolver los grandes problemas nacionales, como para perder el tiempo en nimias.