Editorial

1/octubre/2020

Realmente los presidentes municipales no deberían de andar con triunfalismos ya que las demandas y necesidades de sus municipios, superan con mucho la capacidad presupuestal del ayuntamiento.

 

Es fecha en que los munícipes llegan a dos años de su administración y podríamos decir que es el momento cumbre de su mandato, y nada más no pueden decir con satisfacción que van al cien de las demandas o reclamos, y expresiones como alcalde ineficiente o inepto o corrupto, y demás sinónimos se observan en redes sociales.

 

Hay casos en que se vuelve a mencionar que ganó mediante fraude o fueron impuestos.

 

Pero como en este país en todo proceso democrático –hasta para elegir dirigentes partidistas- los derrotados lo quieren resolver en los tribunales, pues hay los que se quedan en ese andamio del fraude electoral.

 

El alcalde expondrá solo lo realizado en un año de bajo presupuesto, ni negarlo, y es cosa que aprovechan sus adversarios para cuestionarlo, financiar ataques bajos, que dejan ver desde ahora el cómo va a estar la guerra sucia en campañas políticas.

 

La otra sería ponerse a desmentir contenidos falsos -tan común hoy en día-, sobre todo tipo de condiciones sociales, pues finalmente eso es una muestra de la pobreza política que existe en la oposición.

 

Pero es muy diferente a los triunfalismos del munícipe de que se trate.

 

Justificar su pobre alcance social y político no tiene caso pues se ve, y pues a la verdad: lo heredado y lo posible con lo que hay, no hay más.

 

Y eso debería de ser observado por los que quieren gobernar “su” municipio, para que en su caso logren la candidatura en el partido de que se trate, sean directos y honestos, sin demagogia, sin prometer lo que no van a cumplir, porque si el 2021 va a ser un año difícil económicamente, el primer año que gobiernen, o sea 2022 no va a arrancar como caballo de hacienda.

 

Así no es la economía, y menos en los municipios de México, casi todos subsidiados.