Editorial

20/agosto/2020

 

Fue apenas el pasado 6 de agosto en que México llegó a cincuenta mil muertes, rebasando con mucho para esas fechas, los estimados para las autoridades de Salud que el 4 de julio calculaban un promedio de 30 a 35 mil muertes.

 

Ayer, esas mismas autoridades informaron que el número de muertos por coronavirus en México llegó a 58 mil 481, ya encaminado a las sesenta mil defunciones, que para los peores augurios con seguridad se registrarán para finales de este mes.

 

Hugo López-Gatell Ramírez, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, ha el portavoz del gobierno federal en el tema, y obviamente el que ha recibido tanto reconocimientos como críticas por el cómo se ha llevado la estrategia de la pandemia en el país, en donde sus nacionales más que la verdad han dejado mucho que desear en el cuidado personal y mantenimiento de los protocolos, de lo contrario las cifras fueran mucho menores.

 

Ha sido claro el cómo en entidades de la República se ha establecido la fase naranja y se ha tenido que regresar a la roja, por el descuido popular que no contempla la sana distancia, cubrebocas, no salir de casa de no ser necesario, e incluso ya hay entidades en las que se por la necesidad económica misma, han tomado su fase naranja de manera poco prudente, abriendo incluso lugares turísticos a riesgo de incremento del contagio.

 

El relajamiento hace ver que en caso de superarse la pandemia o contar con la vacuna, los actuales protocolos de sanitización, usar gel antibacterial y lavarse constantemente las manos, se van a olvidar, cuando deberían ser ya una norma en todos los establecimientos para adquirir una cultura de higiene.

 

Difícilmente.

 

Y eso que sesenta mil defunciones no es poco decir, y sí mucho que lamentar.