Las crónicas de un continuo despertar   

1/noviembre/2019

 

Arít León Rodríguez

 

México celebra la muerte como un acto de reencuentro con los seres queridos. Convierte el Día de Muertos en su mayor fiesta, en un evento icónico de su folclore.

Es una tradición que, lejos de perderse con el paso de los años, se asienta cada vez más. Unifica a la población porque todos, de cualquier estrato social, coinciden en la misma euforia. Se trata de una ceremonia religiosa, pero profundamente apegada al folclore. Los comercios se ven de pronto plagados de elementos decorativos, con calaveras y esqueletos de todos los tamaños, formas y colores. Y los hogares ponen altares y hacen ofrendas para recordar a los muertos. Pero sin tristeza ni añoranza, todo lo contrario: celebrando su recuerdo en un día tan señalado.

Para festejar el Día de Muertos lo único que hace falta es estar en familia. Se han hecho varias representaciones cinematográficas que exaltan el sentido de esta celebración. La riqueza de las tradiciones mexicanas se ve reflejadas hasta en el más mínimo detalle de los altares.

Para los mexicanos este día no pasa desapercibido. Y es que hay mucho que hacer, mucho que limpiar, decorar, cocinar y, por supuesto, mucho para comer y tomar. Lo cierto es que si buscamos los orígenes de esta compleja celebración a la muerte y a los difuntos nos encontraremos hurgando en la historia de los pueblos originarios y la inevitable transformación de sus costumbres con la llegada de los españoles y la profunda influencia de la religión católica, en esta mezcla colorida que es la cultura mexicana.

 

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México se encuentra entre los países del mundo con los índices más altos de corrupción.

En todos los sectores oficiales y en todos los niveles de gobierno, a lo ancho y largo de la república, se reconoce este aspecto como uno de las grandes males que estorba el crecimiento económico, que merma la confianza de los ciudadanos en sus gobernantes y que destruye el llamado tejido social.

Esto descompone la formación y la educación de las próximas generaciones, y que además goza de una impunidad total; aunque a cada rato se reconoce abiertamente por todos los gobernantes, políticos, candidatos y  por el pueblo mismo, sólo cuando se llegan a descubrir y publicar actos de este tipo se debe a venganzas, a persecuciones, a la intención de perjudicar o simplemente porque no se puso a mano.

La corrupción es una norma no escrita pero aceptada por todos, ya que todo mundo sabe que si no hay dinero en forma ilegal no se mueve nada.

Es cierto también que se intenta detenerla y combatirla estableciendo leyes cada vez más rigurosas, estableciendo instituciones, organismos, inspectores, supervisores, etc., pero todo tarde o temprano cae en la misma red, por lo que es casi imposible exterminarla en las actuales circunstancias.