Las crónicas de un continuo despertar  

31/octubre/2019

Arít León Rodríguez  

 

Vamos de nuevo, las escuelas de todo el país tienen formas internas de organización, en las cuales tanto el comité de madres y padres de familia como la dirección toman las directrices a seguir en sus políticas internas, entendido eso, la autonomía con la que llegan a funcionar es permisible, pero creo que algunas de las ideas que han venido aplicando de manera disciplinaria son inclusive riesgosas.

En el transcurso de varios días, he observado que niñas y niños que llegan tarde a las escuelas, se quedan afuera.

Algunos, que no van en solitario, regresan a casa con sus acompañantes, pero algunos otros, se quedan solos, y eso, me parece muy preocupante, considerando la inseguridad y desapariciones en el estado y país.

Claro que es entendible que la responsabilidad de las asistencias y puntualidad recae directamente en nosotros los tutores de esos estudiantes, pero también sabemos el nivel de compromiso que algunas familias tienen –o carecen- respecto a sus propios vástagos.

Es una situación real que no dudo en las escuelas  conozcan, pero también es responsabilidad de la escuela el que niñas y niños que lleguen a sus inmediaciones, ingresen a recibir sus clases y lo hagan de manera segura.

Hace un par de días, observe como un maestro le impidió el acceso a clases a un niño de unos 9 años porque en lugar del pantalón reglamentario, usaba otro, de otra tela, aunque del mismo color.

El padre del niño estaba muy molesto, ¿quién no? Impedir que un niño reciba clases por la tela de su ropa, si ostenta los escudos o hasta el tipo de corte de cabello que use, es violatorio a sus garantías como educando y mexicano además.

Creo que no se debe perder el objetivo.

No vemos a maestras y maestros uniformados tampoco, puesto que no es necesario. El uniforme es una forma de homogeneizar a la población estudiantil, no un carnet de pase a las instituciones, no confundan el papel de educador con el de postre militar, vaya.

El punto es que, si un niño, o joven acude a la escuela, debe ingresar, aun así llegue minutos tarde.

Me tocó cruzar media ciudad y que el microbús en el que viajaba tenia desperfectos y llegaba tarde, o se saturaba y no me dejaban entrar el CEBECH.

Algunas veces era el color de mis calcetas.

No eran “tan celestes” como debían ser, y si, por causas así, me dejaban afuera.

Regresar a las 7 de la mañana caminando hasta mi casa, era un trayecto largo, y lo hacia sola. A veces, para acortar tiempo, me exponía bajándome de la ruta a la altura de El Vergel, donde hoy hay un Extra y caminaba por esas calles que hoy son la entrada a la fabrica de agua Electrón.

Hace 25 años no habían mas que algunas casas, mucho monte y poca luz, con suerte hallaba a algún otro compañero caminando por el mismo rumbo y nos uníamos para sentir menos miedo, puesto que aun estaba oscuro y gracias a la estupidez de Zedillo en aquellas épocas, estábamos estrenando el horario de verano que nos arruinó la vida.

Un par de veces un sujeto me siguió. Y fue espantoso.

Entrar en más detalles resulta exhaustivo, pero el punto es que las escuelas no deben olvidar que la seguridad de los y las estudiantes es primero.

¿Ante casos de este tipo, se harían responsables por la ausencia de alguno de sus estudiantes tras dejarles afuera?

Lo dudo mucho.