Editorial

29/abril/2019

 

En Oaxaca, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue interceptado por lugareños del Istmo de Tehuantepec, que le pidieron ayuda ante el desempleo existente.

La caravana en la que avanzaba por tierra, se detuvo, y el presidente de México escuchó sin bajarse a los manifestantes, en algo que no ha pasado nunca en la historia del país.

¿Es necesario poner en riesgo a un mandatario?

No pasó a más.

La gente le expresó su inquietud, y ya en un mitín exprofeso el mandatario explicó que para evitar acusaciones infundadas también pediría la opinión de los asistentes al acto, quienes, dijo, pertenecen a diversas corrientes.

“La gente del Istmo nos dio su confianza”, sentenció AMLO y posteriormente solicitó que levantaran la mano los que estaban a favor de que el ferrocarril cruzara por los territorios del Istmo.

Acompañado por integrantes de su gabinete y del gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, luego de que por unanimidad, la audiencia mantuvo su mano levantada mostrando su apoyo, apuntó que con este proyecto, que contempla inversión pública y privada mexicana, será una “cortina de desarrollo”, a través del tren que conectará los puertos de Salina Cruz, en Oaxaca, y de Coatzacoalcos, en Veracruz, cuyos puertos se verán ampliados.

De acuerdo.

Provechoso, ¿Pero es necesario que el presidente se arriesgue así?

El ferrocarril transístmico transportará contenedores y pasajeros para que haya una comunicación entre el Golfo de México y el Pacífico, además de que se creará una zona libre en la que habrá una disminución del 50 por ciento en los impuestos sobre la renta y al valor agregado, así como en los precios del gas, luz, gasolinas y diésel, cosas que huelga decirlo, lo tendrá que aprobar el congreso federal.