Editorial

18/julio/2020

 

No les está yendo muy bien a los munícipes de indistintos partidos que cambiaron su rumbo político al renunciar a sus siglas para cambiarse a Morena, pues en sus municipios siguen siendo mayoría los que votaron por el partido que los postuló, por lo que se trata de una jugada de relumbrón para nada progresista, y sí más de lo mismo que se ha visto en el pregonar de los institutos políticos, en dónde la convicción política y formación partidista es ya lo de menos, y que es un crío de la tecnocracia que supuestamente el partido en el poder no practica.

 

En total 21 alcaldes se mudaron a Morena, ellos solitos, sin la estructura municipal de los partidos respectivos que lograron el triunfo con ellos, sin la gente que realizó trabajo político por ellos, a las que traicionaron sin más, en aras de un inmediatismo que es difícil que logren, dadas las enconadas diferencias existentes entre los propios fundadores de Morena en Chiapas, como para que externos lleguen a posesionarse como sucedió en el PRD hará 18 años, y que le costó perder credibilidad, militancia y presencia político no solo en la entidad, sino por todo el país.

 

En lo general no se vio bien la forma, y por el contrario los cuestionamientos a los presidentes municipales de manera individual no se demoraron en las redes sociales, en donde exhibieron incluso a los que fueron priistas, luego del verde y ahora de Morena, muy aparte de los historiales políticos de cada uno que ya se han desglosado en lo que llevan de gobierno infructuoso, como muestra de la mala selección realizada por los operadores de Morena.

 

Y es que no se trata de suma de votos, sino de buenos elementos.