Editorial

22/junio/2020

 

Realmente hay instituciones públicas que ni conoce la gente, en el entendido de que para ellas están destinadas.

 

De pronto conocemos que hay dependencias que se encargan de hasta distribuir los excedentes que Pemex da a los estados, y cuyo personal es de cientos, cuando solo son cinco los estados que producen petróleo: Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Chiapas y Campeche.

 

Pero para muchos fue preocupante el mensaje que envió el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, cuando propuso revisar los organismos públicos que nadie conoce y ni sabe para qué sirven.

 

Que se revisen y ya: si son útiles ni hablar.

 

Pero la suposición que se refirió el asunto en el afán de disolverlos a mano alzada, y que es un mensaje que atenta contra la democracia en México está de más.

 

Es el presidente: puede decidir qué dependencias no le sirven, crear o disolver secretarias.

 

Siempre ha pasado.

 

Igual la referencia en su momento no obedece a un análisis exhaustivo pero se tiene que aterrizar: hay dependencias que ni al caso su existencia.

 

Dicen que esto surge como una ocurrencia, tras una controversia con un foro que se canceló en el Conapred, así de forma intempestiva, y el presidente López Obrador decidió que son muchos los organismos que existen, que se gasta mucho dinero en ellos e invita al análisis gubernamental para determinar cuáles sobreviven y cuáles no.

 

Nunca dijo se cancelan todos, pudiéndolo hacer.

 

Es el jefe del Ejecutivo; que no se olvide.